El logos
Es
en el Siglo V cuando el concepto de logos comienza a relacionarse con la
Filosofía, pero mantiene relaciones con usos sociales y culturales. El logos se
vincula con nuestra concepción del lenguaje, porque se comprende como “todo lo
que se dice” (que abarca tanto lo escrito como lo oral). O como una explicación
de algún hecho. En ambos usos de la palabra logos, se vislumbra una actividad
propia del hombre, que sería: el uso del leguaje para transmitir lo que se conoce.
Otra
acepción del concepto de logos sería la que expresa universalidad, en cuanto
que toda explicación (por medio del lenguaje) busca definir algún objeto, pero
siempre relacionada con el hombre. Esto es, el logos es una facultad del
hombre, hay un vínculo entre el hombre y la razón universal, por ello el ser
humano se distingue de los demás seres vivos.
A modo de ejemplo podemos recurrir a
la doctrina de Heráclito. Él utiliza
esta palabra en sus reflexiones metafísicas diciendo: "No a mí, sino
habiendo escuchado al logos, he sabio decir junto a él que todo es uno."
El logos expresa la unidad de lo real, incluso lo real mismo, por ello
Heráclito invita a que lo escuchemos, a que facilitemos su manifestación.
Heráclito entendía al ser como logos, una inteligencia capaz de ordenar y mantener
la armonía tras los cambios propios del devenir del mundo.
No hay una definición unívoca de este
término, pero expresa una intuición filosófica fundamental y necesaria para la
ontología: la universalidad. Sin embargo, ¿Qué hace a esta palabra tener un
estatuto filosófico, frente a otras construcciones ideológicas (como la noción
de la divinidad o, en general, las explicaciones mitológicas del mundo, que
estrictamente también son explicaciones de la totalidad)? Es una pregunta que se disolverá al contraponer
el logos al mito.
El mito frente al logos
En la
Filosofía es necesario plantearse el problema del ser para lograr, mediante su
razonamiento, establecer una noción de la realidad en su conjunto. Cuando los
primeros filósofos griegos, llamados genéricamente como “presocráticos”, no se contentaron
con las explicaciones mitológicas de la realidad, comenzaron a gestar un
proceso que es conocido como “un paso”, el ir del mito al logos.
En
principio, el modo de fundamentar a la realidad es distinto, el mito no propone
un método para sustentar sus afirmaciones, la razón, en cambio, lo exige.
El
mito es una historia, incluidos los mitos cosmológicos, que es tomada por verdadera porque el mundo existente está
ahí para probarlo[1].Éste
da prueba de su verdad, tal como se
advierte en los diversos mitos: “el mito del origen de la muerte es verdadero, puesto que la mortalidad del
hombre lo prueba, y así sucesivamente.”[2]
Los
filósofos presocráticos hicieron un esfuerzo por afirmar una noción del mundo
que se basara en la razón o en el discurso, “no se contentaron con ninguna de
las admitidas fantasías mitológicas, porque buscaban un auténtico principio de
unidad, el sustrato último del cambio…”[3]El mito termino por
significar “lo que no puede existir en la realidad”. A la luz del desarrollo de
la Filosofía, éste ya no era suficiente y fue tornándose en una ficción.
Dos concepciones del logos opuestas
entre sí: la ontología y la logología
Sabemos,
desde un horizonte histórico, que la pregunta por el ser hizo que se diera
énfasis en averiguar la naturaleza del cosmos. Estas primeras investigaciones
racionales compartían un mismo objeto de estudio, hombres como Tales,
Anaxímenes, Heráclito, Parménides, etc., ponían todo su interés en el mundo
exterior, en el objeto y no en el sujeto. Que el centro de sus especulaciones
fuera el cosmos hizo posible que a estos primeros filósofos se les agrupara
bajo el nombre de filósofos presocráticos. Todo ellos partían de una intuición
metafísica que sobrepasaba a la experiencia, la afirmación de una Unidad del
Universo.
La
pregunta por el ser fue inspirada por el cambio material pero se desarrolló
gracias a una abstracción de la multiplicidad, ya que uno tras otro los
pensadores presocráticos examinaron la pregunta: ¿cuál es el componente último
del mundo? Sin embargo, no lograron resolver este problema. Pero sentaron las
bases que servirían de antecedentes a filósofos posteriores como Platón y
Aristóteles.
El
antecedente que marcaron fue el de definir la actividad filosófica en Grecia,
depositándola en lo que ahora se conoce como ontología y que podríamos decir,
con algunas reservas marcadas por la sofística, define la filosofía griega.
Sin
embargo, los filósofos de la naturaleza no establecieron unívocamente la verdad
del fundamento último del mundo, en su consideración del Cosmos no lograron
explicar a todos los factores implicados, lo que llevo a trasladar la atención
hacia el ser humano. Este fracaso marcó un cambio, del objeto al sujeto, al
hombre mismo prescindiendo del Cosmos[4]. Dicho cambio de interés
se presenta tal cual en los Sofistas y es lo que a la postre los distinguirá de
los primeros filósofos (aunque también se les ha denominado como
presocráticos).
De
la mano de los Sofistas cambió el objeto de la Filosofía, de la materialidad del
mundo hacia el estudio del hombre, pero en un sentido de estar atento a
observar las manifestaciones humanas, y la percepción de los fenómenos mediante
la experiencia. Los Sofistas ya introducían la duda o escepticismo de la
posibilidad de lograr un conocimiento de la naturaleza última del mundo,
basándose en el hecho de la falibilidad de los sentidos.
El
desarrollo de doctrinas como la de Heráclito y la de Parménides sólo lograron
que el espíritu “escéptico” de los sofistas encontrara una justificación
razonable para dudar de la percepción sensible. Pero también para dudar del
pensamiento mismo. En el caso de Heráclito encontramos una afirmación de la
unidad en la pluralidad, pero exagera demasiado la tesis del devenir.
Incluyendo los problemas que se derivan de la defensa del principio que nombró
como “Fuego”. Mientras que Parménides descartó la fiabilidad de los sentidos
basándose en una doctrina Metafísica y no en un argumento que buscara probar su
validez. El hecho de la estabilidad y de la mutabilidad se mostró en Heráclito
y en Parménides como doctrinas rivales, fue hasta la reflexión de Platón que se
habrían de retomar y conciliar estas dos tesis.
Un
nuevo periodo se inauguraría de la mano de los sofistas. Quienes se distinguen
por ocuparse del microcosmos, por el cambio de su objeto de estudio: el hombre,
la civilización que formaban, sus costumbres. Los sofistas eran personas
eruditas, tenían la conciencia de las distintas maneras de vivir del hombre,
dado que conocían diferentes culturas. Tales conocimientos despertaron
preguntas de gran alcance: las formas de vivir, el lenguaje, la religión y los
códigos éticos, ¿qué no son todas estas, convenciones?
El
método de la sofistica también fue distinto de la precedente filosofía,
reunieron una gran cantidad de observaciones, de opiniones y de creencias, que
les permitieron concluir que no se puede saber algo con certeza. Además de que
desarrollaron teorías sobre el lenguaje, teorías de la civilización, y de
organización política. Su método se contrapone al de los filósofos
especulativos de la naturaleza, ellos se ocuparon de reunir una gran cantidad
de información y postularon sus doctrinas, es decir, su método fue empírico
deductivo. Su verdad era práctica (y no absoluta), pues sus fines eran prácticos:
trataron de enseñar ética y política.
Para
notar la relevancia de sus doctrinas hay que decir que proponen una alternativa
a la ontología clásica griega, desde una perspectiva distinta a la que
tradicionalmente se reconoce como dominante. La pregunta por el ser no fue
abordada por los sofistas. Cayeron en un cierto relativismo, no ofrecían una
solución al problema del fundamento del mundo humano, tendían a cierta actitud
escéptica por cuanto dudaban de una respuesta universal que contentara al
entendimiento. El que los sofistas no se interesaran por el ser, sino por las
apariencias; el que no buscaran la virtud, sino el poder; y que no llegaran a
perseguir a la verdad sino a la persuasión, fueron impugnaciones a su trabajo
intelectual.
“En
sustancia, la singularidad de la sofistica consiste en ser ya, como hecho de
historia, un efecto de estructura, la practica real de quienes se llamaron y a
quienes se llamó “sofistas” sirve para designar en filosofía una de las
modalidades posibles del no filosofar. La definición, que no dejaremos de
glosar, resulta tan magistral como enigmática pero designa en forma intemporal
la sofística, no común, como “una filosofía de razonamiento verbal, sin solidez
ni seriedad”[5].
El
movimiento, o efecto sofístico, no se mide con el estatuto de la verdad, que
impone la ontología. Es la cara de la no-filosofía, pero muy a pesar de ello
posee un logos. Este logos pretende eludir al ser y a la palabra que lo
enuncia. No se trata sólo de oponer a la ontología con la sofística, o en su
defecto lo que se ha llegado a formular como logología, en tanto el estudio que
maneja los problemas del lenguaje y que va en contra de la ontología, “la sofística
como distinta de lo metafísico y alternativa, desde los presocráticos, al gran
linaje de la filosofía”[6].
El
hecho de poner énfasis en la sofística parte de considerar que los filósofos de
la naturaleza podían comprenderse como parmenídeos. Filósofos como Anaximandro,
Heráclito, Protágoras, desarrollan un desocultamiento del ser o alétheia al
establecer una copertenencia entre el ser, el decir y el pensar, relación que
se construirá en un mismo espacio que recibirá el nombre de ontología.
En
contrapartida la logología, verá su desarrollo más evidente y radical en el “Tratado
del no ser” de Gorgias, que trazará un nuevo camino entre la relación ser y
decir. Para Gorgias el lenguaje (en este caso el poema “Elogio de Helena”) es
una práctica discursiva que no está inspirada por el ser, o por lo que hay, es
la práctica lo que realmente produce su objeto. Esta es la crítica radical
hacia la ontología, que ya se elaboraba desde la filosofía presocrática, el ser
no es lo develado por la palabra sino lo creado por el discurso.
Entonces,
la sofística reduce el hacer filosófico a la producción del lenguaje o a un
hecho del lenguaje. Esto es lo que se deberá entender por logología, es decir,
la percepción de la ontología como discurso. Desde el tratado de Gorgias “Sobre
el no ser o sobre la naturaleza”, escrito base del sofista, sabremos qué motiva
esta reacción en contra de la concepción metafísica parmenídea. De esta obra
únicamente se conservan fragmentos, por ello es difícil interpretarla. Su
trabajo abocado a la ontología se manifiesta en tres tesis:
1.
Nada existe
2.
Si algo existiera sería incognoscible
3.
Si algo existiera y fuese cognoscible sería incomunicable
La
interpretación de estas tres tesis ha llevado a sus lectores a comprender al
sofista desde diversos horizontes, desde quien encuentra en su obra un nihilismo
y escepticismo radical, hasta quien lo llega a considerar como un maestro en el
arte retórico, cuya habilidad quedaría de manifiesto al hacer verosímiles las
afirmaciones de apariencia más absurda.
Pero
si consideramos detenidamente la tercera tesis de su planteamiento esbozaremos
la relevancia de su obra. “Si algo existiera y fuese cognoscible sería
incomunicable”. A favor de esta tesis Gorgias alude la inadecuación del
pensamiento con lo pensado. Tenemos que: si el pensar no implica la existencia,
lo existente no puede ser pensado. De manera que podemos pensar un evento
ficticio y ello no causa su realización; que todo lo pensado existe es una
afirmación absurda. Entonces, cabe la posibilidad de que lo pensado pueda
llegar a existir, esto es, que lo pensado fuera existente, pero esto no es
posible porque lo no existente no podría ser pensado, y sucede que sí podemos
pensar en algo no existente, como un unicornio.
El
segundo argumento a favor de esta tesis se refiere al de la incomunicación para
transmitir al ser pensado (en caso de que esto fuera posible). La palabra es lo
que manejamos los hombres para comunicarnos, pero la palabra es distinta a la
realidad (en el supuesto que existiera algo). Al comunicarnos sólo transmitimos
palabras y nada más que palabras.
Además, la palabra no puede comunicar al
hombre con la debida precisión, en el proceso del habla manifestamos ciertos
estados de conciencia, pero el que recibe la comunicación no puede despertar
los mismos estados de conciencia que el emisor, en razón de que el hombre es
algo plural, nunca hay humanos idénticos entre sí. Si no hay una unidad
homogénea del hombre, no puede haber comunicación, pues nadie puede pensar lo
mismo que el otro.
Por
lo anterior, vemos una ruptura con la unidad parmenídea del ser, el pensar y el
habla. Una crítica que Sócrates no tomó como definitiva y se comprometió a
debatirla.
Pero
es aún interesante el vuelco que representa al quehacer filosófico la idea de
enfocarse al estudio del lenguaje, pues si no hay más existencia demostrable
que la inmediata, hay que ir construyendo nuestros discursos, prepararnos para
utilizar las palabras. Tal es el ejemplo que el mismo Gorgias nos expone en el
escrito “Elogio de Helena” donde el sofista intenta demostrar que la huida de
Helena a Troya no es reprochable. Tal vez lo hace para demostrar lo valioso del
arte retórico, pero sus implicaciones no dejan de sorprender: “la palabra es un
poderoso soberano que con un pequeñísimo y muy invisible cuerpo realiza
empresas absolutamente divinas…”[7] La fuerza que ejerce la
palabra puede llegar a someter el alma de quien la escucha.
Si el
poema de Parménides establece con relación al ser: “que es, que puede conocerse
y que puede decirse”, el “Tratado sobre el no ser” de Gorgias postula la
ruptura entre ser y logos, al afirmar que nada existe, duda de que hubiera algo
llamado ser y que este pudiera ser conocido, no sólo esto: el logos no puede
dar cuenta de conocimiento alguno del ser pues niega la posibilidad de que
pueda decirse algo sobre el ser.
El
discurso es pues algo que no tiene verdad, en tanto que no puede comunicar al
ser. De esta manera se plantean dos modos rivales de concebir la relación entre
ser y lenguaje. La primera perspectiva pertenece a la ontología que va desde
Parménides hasta Sócrates, Platón y Aristóteles, en la cual el lenguaje puede
acceder a un ser que sobrepasa la experiencia sensible.
Por
otro lado, la logología explica que el lenguaje no habla del ser como algo
fuera de él, sino que lo produce, el ser vendría a concebirse como un efecto
del decir. Viniendo a favor de esto encontramos a la sofística, en autores como
Gorgias, Protágoras, Antifonte, Filóstrato, etc. En Gorgias vemos un desarrollo
claro de este problema, el de la relación entre el ser y el decir; y la
conclusión de lo importante que puede llegar a ser la retórica.
Conclusión:
La
ontología y a logología son opuestas entre sí porque la primera se dedica a dar
fundamento al ser, mientras que la segunda se dedica a dar fundamento al
lenguaje. Los ontólogos establecen que el ser es lo develado por la palabra, lo
que precisamente atacan los otros diciendo que en realidad el ser es lo creado
por el discurso. Para la logología la realidad es construcción discursiva, el
mundo llega hasta donde el lenguaje lo permita, el lenguaje es productivo, que antes de él no hay nada.
No hay hombre sin palabra y el mundo creado por ésta es la polis, mundo de los
hombres hablantes.
[1]Eliade, Mircea, Mito y realidad, Trad. Luis Gil, 1ª ed., Barcelona, Editorial
Labor, 1991, p. 6
[3]Copleston, Frederick, Historia de la filosofía, Tomo I Grecia y Roma, Barcelona, Ariel,
1994 p.88
[4]Ibídem.
p.89
[5]Cassin, Bárbara, El efecto sofístico, Trad. Horacio Pons,
1ª ed., Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2008 p.13
[6]Ibídem.
p.13
[7]Gorgias, Fragmentos
y testimonios, Trad. José Barrio Gutiérrez, 3 era ed., Buenos Aires, Aguilar, 1980, p.34
Bibliografía:
Copleston,
Frederick, Historia de la filosofía,
Tomo I Grecia y Roma, Barcelona, Ariel, 1994
Cassin,
Bárbara, El efecto sofístico, Trad.
Horacio Pons, 1ª ed., Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2008, 376 p.
Eliade,
Mircea, Mito y realidad, Trad. Luis
Gil, 1ª ed., Barcelona, Editorial Labor, 1991
Gorgias,
Fragmentos y testimonios,Trad. José
Barrio Gutiérrez, 3 era ed., Buenos Aires, Aguilar, 1980
No hay comentarios :
Publicar un comentario