Por: Aarón Guerra
@reuguerlewis
En lo que va
del año se han suscitado una serie de
reformas pendientes (educativa, hacendaria, energética) las cuales han resultado
controvertidas para diferentes sectores de la sociedad, ya que han generado oposición de los
intereses afectados (lo vimos ya con la reforma educativa).
En este
caso, los grupos vulnerados por cada reforma se ven obligados a utilizar instrumentos de presión
directa para echar abajo el cambio perjudicial que propone el ejecutivo. Y si todos esos grupos coinciden en el mismo
lapso, como empieza a ocurrir desde los últimos cinco meses, podrían crear una presión insostenible para
el gobierno.
Es por eso
que Samuel P. Huntington aconsejaba a los gobernantes que mejor fueran poco a
poco, para lograr tener un margen de acción al aislar los intereses afectados
por cada reforma; es decir, encarar las reformas por separado para que cada una
tenga su momento de presión, para después lograr aquiescencia y proceder a sacar
la siguiente de manera rápida, así no darían tiempo a los opositores a
movilizarse de manera eficaz.
La celeridad
y la sorpresa son una vez más, instrumentos utilizados como dos principios
antiguos de guerra.
La otra
estrategia reformista que utiliza Huntington es la de “guerra de relámpago”, la
cual tiene varias posibilidades de fracaso porque propicia una movilización
simultanea de diversos grupos afectados y por consiguiente se generan muchos
oponentes, pero resulta que calendarios
políticos idóneos para este tipo de estrategias se estarían presentando en
México.
La principal razón es que el primer año de
gobierno es propicio para las grandes reformas, ya que se cuenta con mayor aceptación
de la gente (esperanza renovada surgida por toda la propaganda electoral) , ya
para el segundo año se podrán lograr cambios menores, en el tercero se preparan
las elecciones intermedias, en el cuarto año son cambios de menor importancia
por las distribuciones de poder; y el quinto año los partidos se abocan a elegir su candidato presidencial,
por último el sexto año se vuelca todo
el país sobre las elecciones.
Otra razón, es que en México no se produce de manera
uniforme la unión entre los diversos frentes opositores (sectarismo), además de
centralizar la problemática a una sola figura, la presidencial, la cual funge
como un pararrayos mientras se aprueban y dictaminan las reformas.
Una pregunta
recurrente es ¿Por qué no se ven reunidos líderes de frentes opositores en un mitin? Puede decirse
que muchas veces se pide la unión con tintes dogmáticos cuando sólo es como Nietzsche
diría: “….es un proceso de
transvaloración que se realiza en la modernidad y que ha llevado a entronizar a
un tipo de hombre caracterizado por su empequeñecimiento, medianía e instinto
de rebaño…”.
Un movimiento
que sobrevive por el fatalismo disfrazado de hiperrealismo, que no reproduce el interés en una sociedad
apática, y que no busca una vinculación con otros opositores en la manera de actuar, es uno que sólo se interesa por concretar los
discursos.
Sin embargo,
las perspectivas que se tienen sobre una estrategia radical que pudiera emplear
el gobierno tras las recientes movilizaciones, sólo se pueden resolver haciendo
otros cuestionamientos ¿con lo que se está
haciendo (marchas), se lograrán frenar
las reformas? O ¿Eso logrará involucrar a más ciudadanos?
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