Por: Lanzaddt
@lanzaddt
Publicado originalmente en HeavyRiff No. 8 | Julio/2013 >
http://bit.ly/HeavyRiff8
El Metal es para muchos una bandera que merece alzarse en todo lo alto, sin embargo, a los ojos de otros tantos, lo que existe detrás de la cortina es demasiado decadente como para tomarlo en serio. Debemos reconocer que el mundo de la música tiene dos facetas: una es el sentimiento que percibimos como fanáticos del género: la alegría, el entusiasmo y la pasión que une a muchas personas; y la otra cara de la moneda es el mundo donde los músicos se preocupan por llenar sus bolsillos con dinero, sólo para beber cantidades industriales de alcohol, adquirir drogas al por mayor y justificar los minutos de su existencia en el placer carnal que brinda el sexo fugaz. En esta segunda faceta el Metal no se salva.
Penélope
Spheeris lo sabía muy bien, y es por eso que en el segundo lustro de los
ochenta decide realizar: The Decline of Western Civilization Part II: The
Metal Years. El trabajo forma parte de lo que más tarde sería una trilogía.
Su primera entrega documentó la escena punk de Los Ángeles entre el 79 y el 80;
la tercera muestra lo que sucedió con la misma escena en los 90. La segunda
parte es el único trabajo que abordó al Metal desde sus entrañas.
Cuando el Metal era popular
El documental nace en pleno auge de los ochenta,
nunca antes el Metal estuvo tan cerca del mainstream como en aquella
época. Justo cuando el Glam acaparaba la atención de los medios, Penélope
decide grabar el lado oscuro de una escena que comenzaba a dar signos de
estancamiento. Este es un gran mérito de la directora, pues supo ver ese lado
podrido de la música.
Lo
que hace la directora es explorar la cara más decrépita del Metal ochentero,
descubriendo un mundo lleno de hedonismo barato donde la imagen y el estilo de vida fueron más
importantes que la música. Ahí vemos a un Gene Simmons y a un Paul Stanley
enalteciendo las relaciones
sexuales como el fin máximo del Heavy Metal.
El lado más podrido del Metal
Esta obra representa un testimonio de lo que el
Glam estadunidense le hizo al Metal en general: lo frivolizó, lo volvió un
simple artificio cosmético alejándolo completamente de la música. Es el ejemplo
perfecto de lo que puede suceder cuando la fama, brindada por los medios, ataca
materialmente a un artista.
Hoy
en día este documental no sólo es una obra de culto sino que es considerado
como el responsable de la muerte del Glam. Debido a que mostró el lado más
putrefacto del Metal estadunidense de los ochenta, varios fanáticos optaron por
darle un giro a sus preferencias musicales.
Mucho
tuvo que ver la forma en la que termina el documental, donde vemos a Megadeth
en voz de Dave Mustaine (vigente hasta la fecha con un nuevo disco) diciendo
que la vida de un rockstar es vacía y que es mejor ponerse a tocar.
Una directora mañosa
Vale la pena destacar que la directora jugó un
papel importante en el matiz de su obra. Es decir, ella no se dedicó
exclusivamente a documentar lo que veía sino que también provocó el morbo. Hay
una famosa escena en la que Ozzy Osbourne aparece en una cocina preparándose el
desayuno. Aquello rompía por completo la imagen de maldad que los medios le
habían creado.
Posteriormente
se descubrió que la misma directora montó la escena. Lo anterior nos habla de
que Penélope buscaba crear una percepción burda del Metal a como diera lugar.
Tiempo después tuvo la oportunidad de cumplir su cometido con creces cuando
dirigió la película: El mundo según Wayne en 1992.
Lo
interesante es que a casi 30 años de haber lanzado el documental, hoy en día
todavía es posible ver mucho de lo que éste muestra, es como si la humanidad no
hubiera evolucionado jamás. Así como el Metal sigue tan vivo como lo estuvo en
los ochenta, así también su parte más obscena, prosaica y materialista se niega
a morir.
Extra: la escena más memorable
Aquí les dejo la entrevista a Chris Holmes,
guitarrista fundador de W.A.S.P. Ésta es una de las escenas más memorables del
documental, pues condensa todos los elementos del largometraje en un solo
momento: una alberca opulenta, un sujeto completamente fuera de sus cabales,
alcohol fluyendo como una fuente, y en el fondo la madre del guitarrista viendo
cómo su hijo se hunde literalmente.
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