Por: Aaron Guerra
@reuguerlewis
Hace unos días me planteaban mucho la idea de equidad de género como algo de vital importancia, y no dudo que lo sea pero eso me hizo darme cuenta de otro tema muy similar y también de gran importancia: las responsabilidades de nosotros con los demás, ser ciudadano no simplemente es tener derechos, también estamos sujetos a un conjunto de deberes y obligaciones que nos vinculan a la vida en común y nos comprometen con cualquier proyecto político que pretenda perdurar en el tiempo.
En
definitiva, los derechos, los deberes y la justicia no son partes separadas de
la construcción de la ciudadanía, sino piezas imprescindibles de una única estructura.
Ahora
bien, por lo general, las obligaciones de la ciudadanía se enmarcan en los
límites territoriales del Estado moderno. Es verdad que los ciudadanos tenemos
que asumir cada día más obligaciones o deberes que van más allá de las
fronteras estatales ¿Tiene el ciudadano algún deber con quienes no son sus
conciudadanos y ni siquiera residen en su Estado? No es difícil encontrar, en
la filosofía política actual, un gran consenso sobre la existencia de deberes
básicos de asistencia y de respeto a los derechos humanos como parte de los
deberes de cualquier individuo con cualquier otro. Pero ¿existen obligaciones
que vayan más allá de esos deberes mínimos y básicamente negativos?
Deseo
plantear la cuestión partiendo de una intuición moral. Sabemos que un niño que
nace en Angola tiene actualmente setenta y tres veces más posibilidades de
morir antes de los cinco años que si nace en Noruega. ¿Es este hecho injusto o
sólo es desafortunado? Mi intuición moral es que es injusto. Pero ¿por qué? Hay
innumerables datos que muestran la magnitud de las desigualdades de salud a
escala mundial.
Según
Médicos sin Fronteras, hay veinte
millones de niños con desnutrición en el mundo; en cambio, existe suficiente
alimento para que nadie pase hambre ni esté desnutrido. ¿Tienen los ciudadanos
de los países más ricos el deber de paliar estas desigualdades? La Organización
Mundial de la Salud declara, en su texto fundacional, que «el goce del grado
máximo de salud que se puede lograr es uno de los derechos fundamentales de
todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o
condición económica o social».
Ahora
bien, ¿tienen los estados el deber político de llevar a cabo ese compromiso?
¿Se trata de un compromiso moral y voluntario de simple asistencia o bien es
una exigencia de justicia?
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