Por: Aaron Guerra@reuguerlewis
Al
ciudadano lo aquejan muchas y diversas cuestiones de la vida, pero habrá que
resaltar las del entorno cotidiano: el transporte, el trabajo, la seguridad,
servicios de salud, etc.; sin embargo, el ciudadano como sujeto activo en
la vida pública requiere más que información sesgada por medios de
comunicación, requiere incentivos, y éstos se vuelven inconformidades con el quehacer
gubernamental, y si éstas no reciben respuestas eficaces, se volverán un pesar más grande para el ciudadano y se verá
en la necesidad de recurrir a otros medios como: las manifestaciones, las
cuales a lo largo de la historia han sido el medio más regular y puntual para
ciudadanos deseosos por resolver
problemas locales y hasta rendición de cuentas.
En
términos de Victoria Camps: “El ciudadano necesita información para poder
participar y cooperar. Necesita además, voluntad de hacerlo, pero también esa
voluntad puede estar mediada o manipulada por la información mediática.”
(Camps, 2003:3)
En
muchas ocasiones, la información sobre los informes de gobierno son
contrastados y hasta rebasados por las quejas del ciudadano. Sin embargo, el
ciudadano es poco activo para hacer saber su inconformidad, y son solo algunos,
los que llegan a hacerse presentes por
medio de organizaciones civiles, políticas etc., las cuales sirven como mecanismo para dar voz a una minoría de ciudadanos
inconformes, la pregunta sería ¿Qué hay con los demás ciudadanos, no les afectan
los problemas locales de su entorno?
El
problema de la ciudadanía es la
desatención general de lo público y su
falta de interés por las cuestiones políticas. Un claro ejemplo de esto es lo
que observó Bryce (1888), “Las cuestiones públicas ocupan el tercer o cuarto
lugar entre los intereses de la vida” las personas invierten poco tiempo y poca
energía en aprender los necesarios “hechos visibles” del mundo político. Las
personas, a la vez que cuentan con nula cultura política participativa y poca
educación cívica, desconocen ciertas funciones o derechos que podrían exigir;
lo que para estudiosos de ciencia
política es común, para un ciudadano simplemente le será tiempo perdido
o poco entendible.
El
conocimiento exacto de los asuntos públicos, en los que deben basarse las
opiniones sólidas, es sencillamente inalcanzable para el ciudadano ordinario,
es decir, que de cierta manera los asuntos públicos quedan fuera del alcance y
de su vista, “Los ciudadanos forman sus ideas a partir de informaciones
gravemente incompletas, manteniendo poco o ningún contacto con los hechos
reales; filtran lo que ven y oyen a través de sus propios prejuicio y
temores” (Price, 1992: 113).
La
desconfianza es una parte esencial al hablar de transparencia, rendición de cuentas y demandas sociales, ya que el ciudadano se ha acostumbrado a
recibir poca atención con respecto a sus demandas, además de que aún sigue
siendo muy pasivo, esperando que el vecino de a lado demande por él. “La
confianza es una virtud seguramente esencial para el buen funcionamiento de las
democracias, pero ausente en todas ellas. Desconfiamos de los partidos
políticos, de los programas electorales, de las instituciones, de la
administración, y ahora, desconfiamos de los medios de comunicación y la
información que son capaces de darnos sometidos como están a las tiranías
descritas.” (Victoria Camps, 2003: 8)
La
ciudadanía, en definitiva, como cualquier empresa moral, depende de la voluntad
y del carácter de las personas, no de unos medios que, como tales, pueden ser
puestos al servicio de fines nobles o no tan nobles.
Referencia
bibliográfica
Price,
Vincent,(1992) La opinión pública, Edición Paidós, España, pp. 17-64.
Victoria
Camps, (2003) Sociedad de la información
y ciudadanía; Universidad Autónoma de Barcelona
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