viernes, 24 de abril de 2015

Tú qué pedirás

Por: Aldo Clark

@aldocorp

Martín era un chavo de 24 años, muy alegre, siempre estaba contento y era de los que motivaba a los demás a mantener el optimismo siempre. Era de esos que representaban el alma de cada fiesta, de cada evento, de cada clase, de cada empleo.

Curiosamente había temporadas en las que se mantenía en su casa, no iba a la escuela ni a trabajar, eran cambios tan bruscos en su actitud, que todo el mundo se preguntaba de lo que sucedía.Trabajaba en una tienda departamental por medio tiempo, y uno de sus compañeros (Arturo) decidió ir a visitarlo.

Arturo llegó a su casa, lo recibió el hermano de Martín, Francisco, que ya lo conocía y con toda naturalidad le comentó que era un proceso que su hermano tenía cada año, justo en abril o mayo, pero que se presentaba con más fuerza en los primeros días de Octubre.

-Ah sí Arturo, así es cuando se acuerda de ella, por estas fechas cumple años la chica a la que tanto amó y no puede superar aún el haberla perdido. De un tiempo para acá pone una canción de un grupo de ska, pues ya sabes que a él le gustan las baladas, pero esa es una de sus excepciones....

Te diré...
Una vez más,
Lo que pido por ti
Cuando te vas

Te recordaré,
Una vez más
Lo que pido por ti
Cuando te vas

Yo le pediré a la luna que te alumbre por esas calles oscuras
Pediré al sol que te cubra, cuando no esté yo
Yo pediré a los cuatro vientos que te lleven mi pensamiento
Pediré a la lluvia que te moje, toda tu figura...

Tú qué pedirás
Tú qué pedirás
Yo pediré,
Una vez más...

-       Ves, ya se puso a cantar...

-       Pobrecillo, ¿qué a poco si le pegó tanto?

-       Sí, cañón

-       Oye, y ¿cómo se llama la chica?

-       Lucía Hernández

-       No inventes, ¿la ex dueña de la fábrica de zapatos?

-       Esa mera, ¿la conoces?

-       Es mi vecina desde hace dos meses

-       ¿En serio? y qué hace viviendo en San Juan

-       Ni idea, apenas la conozco, pero oye, tu hermano me ha hecho un buen de paros, y creo que merece una ayudadita, la traeré, mañana sin falta estará aquí.

Arturo salió y Francisco se emocionó, pensó que eso solucionaría las recaídas anuales de su carnal. Subió a avisarle a Martín y vio un par de hojas tiradas junto a la puerta, una decía "Métela en un sobre y llévala al buzón", la otra era una carta, sí para ella. Antes de reclamarle por la dirección, Francisco se dio cuenta que podía entregársela a Lucía, pero primero, como todo buen hermano, había que examinar el contenido. 

Al otro día llegó Arturo con Lucía, ella estaba emocionada pero nerviosa, entró y saludó como viejos amigos a Francisco, él se encontraba muy preocupado, le decía que sus padres ya estaban en camino, ella palideció y preguntó de inmediato qué era lo que pasaba. El muchacho respiró hondo y le dijo:

-Ayer en la noche intentaron meterse a robar, me apuntaron con un arma, Martín se interpuso y le dispararon a él, está en el hospital, mi hermana mayor está con él porque a mí me llevaron al MP  a atestiguar, estaba desesperado porque no tenía quién estuviera con él, pero lo bueno es que mi hermana llegó muy rápido.

- ¡En dónde está, tengo que verlo!

Antes de irse, Francisco le entregó la carta y ella se dispuso a leerla en el hospital, no la habían dejado ver a Martín, tenía que esperarse y en la desesperación, recordó la carta.

Ya han pasado varios años desde que te conocí, hace casi ya 10 años. Pero parece tan lejos la posibilidad de volver a verte que tengo miedo a olvidarte. Sé que yo tuve la mayor parte de la culpa, que quizá no actué de la manera correcta y si no fuera por eso nuestras vidas serían distintas, no es que quiera justificarme pero éramos unos niños todavía.

Íbamos en la secundaria, desde el primer año nos comenzamos a hablar, parecería que fue con el pie izquierdo porque nada más nos molestábamos, bueno, tú peleabas con casi todos, tu carácter en ese entonces era de lo más rebelde del grupo. Según las estadísticas, yo era el bueno y tú la, la... la popular, pues eras, corrijo, eres hermosa, no olvido esos grandes y preciosos ojos verdes que cautivaban a todo el mundo, bueno a todos los varones, a las chicas no las tenías tan contentas.

Tu belleza te hacía popular en la escuela, mientras yo me ganaba al grupo, pues siempre he formado amistad con facilidad y tres años con los mismos compañeros, tarde o temprano tendría que familiarizarme con todos, aunque no todos lo hicieron entre si.

Te ganaste a los profesores en el primer año, claro yo con el clan de los aplicados también a mi modo; sin embargo, una acción fraudulenta orquestada por ti y otras amigas tuyas, en un examen del profesor que más consentía a las niñas, tiró tu cercanía con muchos maestros.

Tu personalidad conflictiva generaría broncas con muchos, con las mujeres al final no lo hubo, a pesar de que pudiese existir un riesgo latente de alguna riña. Pero con los hombres, pues, aún desconozco cuál fue la acción que cometiste, qué pudo haber sido que todos los hombres de nuestro salón te dejaron de hablar, incluyendo algunas mujeres y según sé, la ley del hielo se propagó por varios grupos, pues para el segundo año, cuando esto sucedió, ya nuestra generación dominaba la escuela.

Aquel conflicto con el género masculino del grupo, te dejó sola, en un año ya habías caído de la gracia de muchos. Yo no sabía ni qué había pasado, ya que, con mi grupo de amigos estaba empeñado en divertirme, el futbol (al que tenía como prioridad por sobre todas las cosas en aquella época), las calificaciones (sin las cuales no podía seguir en el futbol) y ya había empezado con las novias. Justo en ese momento, sin novia, y con mi clan (cuando pretendíamos hacer nuestro show diario de sketch inter-clases), te dirigiste a mí con un tono diferente al retador y divertido con el que siempre me hablabas.

Íbamos a salir a la clase de educación física (en la que las mujeres se la pasaban platicando, caminando, echando novio o con el profe; y los hombres en la reta del fut), me hablaste y tristemente me diste un abrazo, rodeaste mi cuerpo (eras más alta que yo, creo que lo sigues siendo, a pesar de que me estiré y reduje la distancia) y me hablaste casi en el oído: "¿Verdad que tú no me vas a dejar de hablar?", yo, con lo distraído que suelo ser en ocasiones, me saqué de onda y contesté, "pues no" que era como un "por qué lo haría ". Yo no comprendía.

Esa respuesta fue la que nos mantuvo inseparables por mucho tiempo, yo era probablemente todo lo que tenías y tú eras en lo que yo más pensaba, ya todos sospechaban de una relación entre tú y yo y ni por eso la muralla social que había en ti se derrumbaba. Comencé a dejar al futbol en segundo plano y tú eras mi mundo, pero eso fue lo que comenzó a atraer un conflicto: me desconcentré en el futbol, había chicas interesadas en mí a las que rechacé por permanecer contigo, y mi mejor amigo, de ese entonces, tampoco estaba muy a gusto y se unió a los que no te hablaban (porque junto conmigo, él, y otros dos varones, éramos las excepciones de la ley del hielo), yo empezaba a caer en las calificaciones y mi amigo tuvo un problemilla, no muy grande contigo, pero que fue el pretexto para alejarse.

Mi amigo me insistió en dejarte de hablar, me ponía a elegir entre él o tú y me argumentaba de todo lo que yo estaba dejando por tu culpa, según él claro. Amigas mías creían que me manipulabas, así que sus comentarios, los de mi amigo y mi orgullo, cedieron al final. Entonces, repentinamente, un día del último año de secundaria, te dejé de hablar. Me alejé, fui indiferente y comencé a retomar todas mis cosas, todo parecía ascender, mi fortuna con las mujeres, mi re despegue en el futbol y en calificaciones.

Pasaron los meses y todo lo sentía en su lugar, casi todo, algo me afligía, tú. En ocasiones llegué a notar y sentir tu mirada, sabía que me necesitabas y aunque yo estaba a metro y medio de distancia de tu lugar, ni siquiera volteaba para darte aunque sea una sonrisa o alguna esperanza de volverte a dirigir la palabra. Me dolía, aunque sentía, o me hacía creer, que era lo mejor.

Casi siempre soñaba contigo, cuando éramos inseparables, eso cambió cuando me alejé, pero un día volví a soñar contigo, en ese sueño tú y yo nos encontrábamos frente a frente, hablábamos de lo que ocurrió y nos besamos al final, y luego, esa mañana en la primera clase nos pusieron en el mismo equipo para una exposición. Al día siguiente fuimos a casa de una de nuestras amigas para trabajar en la tarea, te comencé a hablar como si nada, ese día estuvimos contentos y entonces se dio, tal y como si el sueño cobrara vida, quedamos juntos, todo era idéntico y no sé si por miedo no dejé que pudiera convertirse en algo real, me preguntaste la razón por la que te dejé de hablar, contesté "no sé" me levanté y aunque había renacido una amistad, algo faltaba.

En las últimas semanas ya te hablaba y mi amigo se enfureció, no me importó, tenía que compensarte por todo ese tiempo en que te dejé, pero en la última semana de clases me reconcilié con mi amigo, que a propósito me alejó de ti esos días, volví a ignorarte, esta vez no fue  adrede.

La última interacción que tuve contigo fue un abrazo extremadamente cariñoso y prolongado durante la ceremonia de graduación.

Desde ahí, pasó un año para volver a saber de ti, por asares del destino, una amiga de la prepa era vecina tuya, me dio tu número y volvimos a estar en contacto, entre llamadas y mensajes, pero un día te perdí la huella, ya no contestabas y lo creí justo, lo merecía; incluso, cuando intenté contactarte por medio de mi compañera de la prepa, resultó que se pelearon y ya no se hablaban (otra separación y otra amistad rota, ¿habré sido yo el culpable?).

El castigo era justo y se acercaba la siguiente catástrofe, en mi último año de la prepa te volví a encontrar, en una de las unidades de la UAM, entrábamos de nuevo en contacto pero luego te desapareciste, entré en una relación con la que creí que te olvidaría, que al final terminó mal y acabé con un rencor hacia las mujeres, que tardó meses en pasarse. Te había extraviado otra vez, había perdido una oportunidad de ser feliz y la fe en el amor, para colmo mi familia había tenido un par de bajas, uno de ellos de los más cercanos a mí, sí, falleció.

Y en ese tiempo, aún pensaba en ti de vez en cuando, ya a un año de nuestro último encuentro, no entendía el porque de tu separación y entonces te volví a contactar y me dijiste por qué te habías desconectado del mundo, tu papá falleció y me sentí culpable, cada vez que te reencontraba algo malo con alguien cercano a ti o a mí sucedía, empecé a creer que yo era una maldición para ti.

Por el contrario, el saber de ti me puso alegre, el bendito facebook era el responsable. En ese entonces yo recién había comenzado a andar con una chica de la Facultad y tú vivías muy enamorada, estaba muy feliz por ti.

Sin embargo,  otra racha de separación llegó, al menos esporádicamente teníamos algún saludo vía redes sociales, pero parecía que el destino nos había condenado a encontrarnos, causarnos daño y separarnos de nuevo y hace un par de años, mi amigo de la secundaria, ese que en ese entonces nos separó pero que aún así yo apreciaba, falleció. Ahora el castigo era para mí, fue desgarrador enterarme de eso y lo curioso es que desde ahí, nuevamente no he sabido nada de ti.

Desapareciste de Facebook, luego reapareciste y supe que habías dado a luz a una preciosa criatura; no obstante, yo ya no pertenecía más a tu grupo de contactos, con la debida razón claro, pues si cada vez que sabíamos del otro, algo malo ocurría, no era una opción factible que volviésemos a estar en contacto.

Después de tanto tiempo, me animo a ofrecer una disculpa. Perdóname por haberte abandonado en aquel momento, por haberte decepcionado, por haber sido inmaduro y egoísta. Espero que me perdones, espero que vivas muy feliz con tu pareja y tu hijo, o hijos. Sé que esta carta no causará otro daño colateral, al contrario, será un mensaje que cerrará el ciclo que nunca pudimos cerrar y que nos ayudará a avanzar en nuestras respectivas vidas, pero sobre todo, a encontrar la paz y nuestro destino.

Te envío un saludo, un abrazo y la siguiente dedicatoria acompañada de una rola:

Hay una canción que me gusta, de un grupo de ska que se llama, La maskatesta, sin albur. Cuando oí esa canción por primera vez, de inmediato la enlacé contigo y con esa distancia que nos puso el universo por alguna razón. “Tú qué pedirás” es el nombre de la canción y es lo que dice el coro, que completa diciendo, “yo pediré, una vez más”, y eso quisiera, verte aunque sea una vez más, y aunque temo que algo pase que nos vuelva a lastimar, confío en que esta vez, esa maldición terminará.

Esta carta te la quería entregar en tu cumpleaños,  en octubre, justamente un mes después de mi aniversario; no obstante, quise evitarte algún coraje o tristeza para esas fechas, por eso, es mejor que la leas ahora. Te envío mis mejores deseos, por cierto, si tuvieras la oportunidad de pedir un deseo, ¿tú qué pedirás?


Terminó la carta y como por arte de magia la llamaron, sin vacilar se fue corriendo a la habitación, entró, él estaba inconsciente, se sentó a su lado y tomó su mano...

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