martes, 2 de junio de 2015

NARCOMAN

Por: Aldo Clark

@aldocorp


Esta es la historia de un sirviente de la justicia por la propia mano. Él nació el 8 de Marzo de 1970. Michoacán, su lugar de origen. Originario de tierra caliente, donde viven escorpiones, serpientes y otros animales venenosos, claro no como en el norte del país pero si de este tipo de tierras, de ahí puede venir su trascendencia.

La ciudad de Apatzingán, tierra de lucha, donde el cura y después general José María luchó contra el régimen ibérico y redactó su constitución, es donde se crió Nazario Moreno González, pero, quién es este señor, o quién fue.

Bien, aquí vamos: el tipo heredó esa sangre guerrera, religiosa e insurrecta que hizo presente desde su juventud. Con aires de grandeza y heroísmo se infiltró en organizaciones delictivas, empezó con los narcos, y de hecho no salió de eso el muchacho. Su maestro, Carlos Alberto Rosales, le enseñó a manejar el arma, disparar, huir como cobarde cuando la situación lo ameritara y cruzar la frontera sin más ni más.

Pero la preparación del joven continuó y su moral cambió sus planes, creó así, una organización ´justiciera´, “Sí, por qué no, el pinche gobierno mentecato, los pinches gringos encima de nosotros, además de la delincuencia que está cabrona en el país, alguien debe detenerlos” (posiblemente eso dijo, porque nadie lo grabó).

El chayo, como comenzaron a llamarle, formó un equipo metódicamente bien estructurado, es decir, una agrupación clandestina de fármacos ilegales.

Nazario adoctrinó (porque también hizo su constitución, biblia más que nada) a muchos jóvenes y a señores también (probablemente hayan sido sus compadres), debía de educarlos, hacerlos vivir y luchar por algo, por su causa, o como dicen en el fut, hacer que sintieran amor a la camiseta. Y lo hizo, al tipo lo tenían en un pedestal, los discípulos lo obedecían ciegamente bajo la regla de la justicia divina.

Pero su justicia no era como las de los superhéroes, sí con ideales de protección porque se jactaban de autodefinirse como aquellos que no mataban, ni robaban, ni secuestraban, que sólo lo hacían con quienes lo merecían.

A qué carambas, cómo definían a quien lo merecía, quién los hacía jueces. En fin, la familia que él formó era tan solidaria con papi Nazario que por eso el nombre del grupo fue “La Familia Michoacana”.

Religiosa, fraternal y disciplinadamente creían en el loco (El otro apodo de Naza), y operaron clandestinamente a favor de su justicia.

Pero, obviamente la Familia y su líder se tenían que ir ganando enemigos, otros narcos, la población y el Estado.

El loco y su familia eran blanco de muchos, y el gobierno planeaba disque eliminar a todos los narcos. Un día, el presidente Pipo mandó al ejército a la ciudad cuna de Nazario, pues su carnala le había dado el pitazo de la localización del narcotraficante.

Lo que sucedió la tarde del 8 de Diciembre de 2010 fue la batalla más sangrienta y relevante entre el ejército nacional y un comando del narcotráfico, en aquel sexenio.

Prapapapapapapapapapapapapapapapapapapapapaapapappapapapa (Qué efecto de sonido tan más real ¿no?, che onomatopeya tan más oportuna, qué teatro en casa ni que nada), Así sonaban los metrallazos y balazos por doquier. El enfrentamiento fue tan abismal que, como era de esperarse, tuvo bajas por ambos bandos y, lamentablemente, de civiles también (los que nada tienen que ver, siempre pagan, así es México).

Sin embargo, la baja más importante la tuvo La Familia Michoacana, su gran líder, fundador, papá y maestro había perecido en la batalla.

El camino de sicario, impredecible en cuanto a tiempo de vida, había concluido para Nazario, era el final.

La noticia viajó por el país ipso facto,  y aunque pareciera el fin de La Familia, que se disolvió mes y medio después del suceso, su legado continuó. Convirtieron en deidad a su líder y formaron una hermandad templaria para mantener su lucha contra el Estado y los otros narcotraficantes.

Pero luego resultó que no se había muerto, ya que el nuevo regidor nacional y su ejército, lo descubrieron y ahora sí lo mataron el 9 de marzo de 2014.

O sea, nada cambió, pues Quique, el nuevo presidente, terminó la tarea de Pipo; según, porque, tras haber acabado con Naza (por segunda vez), y con el último líder de esas sectas de los fármacos ilegales, un nuevo brote de violencia surgió en Jalisco.

En fin, esa fue, la historia de hoy.

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