Mostrando entradas con la etiqueta Filosofía. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Filosofía. Mostrar todas las entradas

martes, 10 de marzo de 2015

El círculo del buen humor

Por: Aldo Clark

@aldocorp

El humor es algo que acompaña al ser humano de forma inherente, y particularmente el buen humor, me atrevo a decir que es una de las características que hacen del hombre lo que es.

No suena nada disparatado, sabemos que desde las escrituras antiguas, la humanidad se ha valido de la sátira, la comedia, la broma o lo que comúnmente conocemos como cotorreo para explicar algo, hacerlo ameno, para insultar, escapar o simplemente por gusto o por la personalidad de quien se cobija en el humor.

Lo conocemos de muchos tipos, como la broma, aquella en la que pretendemos quedar bien con alguien, haciendo quedar mal a otro; el chiste, es el cuento, adivinanza, verso o comentario que decimos para hacer reír a una o varias personas; la ironía, con la que buscamos ofender a algo o a alguien lo más discretamente posible, escondiendo la mofa dentro de las palabras; contrario al sarcasmo que es más descarado y se encarga de hacer saber al otro, que se están burlando de él; tenemos la sátira, aquella crítica argumentativa que sirve para bromear sobre algo utilizando incluso, los propios argumentos de ese objeto o sujeto para hacerlo quedar mal.

No importa la  forma en que aparezca, según Óscar de la Borbolla, no existe broma inocente, ¿será cierto?, inclusive el humor más blanco y sencillo puede ser capaz de lastimar a alguien, a su imagen o a su integridad moral.

Vamos a ver si es cierto. Primero veamos en un chistómetro, por llamarlo así, cada nivel de bromas, desde el más elevado, supongamos un albur, por ejemplo, uno simple como préstame atención o agárrame esta idea, o algo más vulgar, no mejor no, ahora queda claro que no es inocente; pasemos mejor a un término medio, un chiste:
El gerente entrevista a la secretaria recién contratada
– Dígame señorita, ¿cuáles son tus pretensiones de sueldo?
-          100, 000 pesos
-          Con placer, señorita
-          ¿Qué dice?, con placer serán 150, 000.
Los que entienden el enfoque de este chascarrillo obviamente se dan cuenta que no es nada inocente tampoco, pero ahora pasemos al término más blanco, más sencillo de las bromas, tiene que haber algo que no tenga una ofensa o algo.

Veamos algo como, “yo tenía un perro que se llamaba pegamento, se calló y se pegó”. Interesante, qué tiene de gracioso que un pobre perro se ponga en su madre, pero en su momento eso le causó gracia a muchos. O qué tal aquel que dice “Oye, tápate con la cobija de cuadritos, y cuadritos se quedó sin cobija”, por qué a la gente le parecería gracioso que una persona no tenga con qué taparse, aunque ahí la ofensa podría estar en lo absurdo del chiste.

Pero, tiene que haber algo que sea la excepción, qué tal el comentario que dice “si la alberca es Honda, ¿el océano es Chevrolet?”. La única ofensa que se me ocurre es que a las compañías de automóviles no les pareciera esta analogía, pero eso ya sería una ma…, bueno, ya sería exagerado.

En fin, en este sentido vemos que sí hay excepciones, que podrían confirmar la regla del señor de la Borbolla.

Y después de ese rollo, cuál es el propósito del humor, generalmente es causar risas, las risas son, en palabras nuevamente de Óscar, las que nos liberan del yugo de una autoridad. Son las que nos permiten tranquilizar el alma y desestrezarnos de lo negativo que encontremos en la vida, y es que reír hace que se mantenga un ambiente cálido, alegre, saludable, armonioso, ideal para inspirar.

Y ya que llegamos a la inspiración, veamos esa relación entre el humor y la inspiración, y las razones por las que surge ésta.

Como ya mencioné, el humor es una de ellas, con buen humor uno puede escribir maravillas, con mal humor, también, sin embargo el enfoque lo cambia todo, hace que algo cale hasta los huesos o duela hasta el arrepentimiento.

Otra cosa que inspira es la que se conoce como la fuerza más poderosa del mundo, mejor dicho, del universo: el amor, que de igual forma puede hacer que uno vuele, cante y cree, como puede causar catástrofes anímicas que también sean capaces de crear y sobre todo, desahogar.

La siguiente razón es la filosofía. Cuando uno filosofa y se pone a pensar, como desde tiempos remotos se ha hecho, en el por qué de las cosas, en el por qué de todo lo que tenemos alrededor, ya sea pensar en eso mientras se está sobrio o no, también inspira, y más cuando es algo que nos intriga.

La intriga regularmente conlleva a la locura, nos pone locos cuando estamos preocupados o a  la expectativa de algo, pero, qué es la locura, es aquella pizca de anormalidad con la que todos contamos, la que nos hace diferentes uno del otro, la que nos lleva a distintos puntos del libre albedrío. Es la que da originalidad y esencia personal a lo que hacemos, a los que somos.

Y esa locura es la que comúnmente define el ánimo de las personas, e incluso clasifica las personalidades, desde el demente, el loco normal, el revolucionario, el desadaptado, el que siempre está enojado, el que siempre está triste, el que siempre está callado, el que siempre está hablando, el que habla solo o el que está alegre (sí, también a los que siempre estamos contentos nos ven como locos, uno qué culpa tiene de ver la vida con buenos ojos, no como otros que tienen la cara como si les oliera a pedo la vida).

Y eso es lo que me hace regresarme al humor, al carismático, agradable y emotivo sentido cómico, al que nos da gracia, y precisamente con esto cierro: la gracia, el efecto y también la causa del buen humor, de la broma y demás, es etimológicamente, algo gratuito, sí, es gratis reírse, estar de buen humor y por lo tanto, inspirarse, amar, filosofar, alocarse. Y si todo esto es gratuito, ¡¿por qué diantres la gente se aflige tanto!?... Irónico, quizá.



martes, 1 de julio de 2014

Actividad y Tiempo: Resultados de Comunicación y Filosofía

Por: Aldo Clark

@aldocorp


El proyecto Actividad y Tiempo ha comenzado su segunda fase: la difusión de resultados de las disciplinas involucradas, e invitación al público para el siguiente ciclo de este programa educativo. Los responsables de los cursos de Comunicación y Filosofía, fueron los primeros en mostrar su trabajo en la Casa de la Cultura de Texcoco.

La fase de difusión consiste en mostrar lo que se le enseñó al alumno, a lo largo de las clases impartidas de noviembre a mayo pasado, a través de una serie de conferencias en el Centro Cultural Regional de Texcoco y en Radio UAEM.




El 14 de junio, Comunicación y Periodismo, a cargo de Aldo Iván Pérez, fue la carrera que comenzó la serie de conferencias, encabezada por él y los coordinadores del proyecto: Patricia Montiel y Alejandro Ponce; con la exposición de la alumna Daniela Albarrán Cervantes.




La ponencia mostró las carencias del proyecto, como la deserción de los alumnos; pero también enalteció las bondades, entre ellas, el cómo se compartió el conocimiento entre jóvenes del mismo municipio.
Daniela expuso su trabajo de edición de fotografía, explicando el proceso de su labor; también recapituló cómo se llevó a cabo el curso y las actividades que se hicieron a lo largo del mismo, con lo que pudo concluir lo que le gustó y lo que no. Después, su mentor, explicó cómo estructuró el temario para permitirle a los alumnos, estar preparados para el examen de ingreso al nivel superior y para iniciar la carrera.



Los coordinadores felicitaron a Daniela por terminar el curso a pesar de su edad, ya que el programa era originalmente para personas más grandes que ella, pero la alumna tuvo mayor interés que sus compañeros.



Dos semanas más tarde, la presentación “Utilidad de la filosofía” tuvo como moderadores a los instructores Carina Martínez y Axayácatl Tavera, y a la coordinadora Patricia Montiel, quienes distinguieron el esfuerzo del alumno Joaquín Enríquez, quien se encargó de esbozar la importancia de la filosofía en la actualidad.



El evento tuvo muchos matices: al principio, los tutores se presentaron y hablaron de la importancia del proyecto, para darle pie a Joaquín a que expusiera su trabajo; el muchacho hizo lo propio con ímpetu, pues le interesaba que a todos les quedara claro lo indispensable que es la filosofía en la vida del hombre; por último, durante el periodo de preguntas, los asistentes espetaron al ponente sobre su interpretación y uso personal de la materia en cuestión.



La participación del público fue muy activa, y junto con los moderadores, se llegó a un importante consenso: este proyecto debe de tener mayor impacto y difusión, no sólo de parte de los integrantes sino de la sociedad y las autoridades, ya que los conocimientos de las disciplinas involucradas y de otras de interés colectivo, no deben estar limitados a unos cuantos.




Se concluyó también, que la intolerancia y mala organización de las autoridades, fue un impedimento para llevar a cabo el programa de Actividad y Tiempo, pero que también, es un mal que inhibe el crecimiento de otras disciplinas y el porvenir de la sociedad.



La intolerancia es una limitante que impide que México crezca en cualquier sentido; por ello, se deben apoyar todas las iniciativas y acciones que busquen compartir conocimientos o artes, ya que permitirán el avance cultural, científico, social y educativo de la población.





Así que, si estás interesado en saber qué más hizo el equipo de Actividad y Tiempo, no olvides seguir la página de Facebook del proyecto, para asistir a las conferencias de Historia y Psicología, que están por llegar. Mantente informado y comparte el conocimiento.

jueves, 19 de diciembre de 2013

El escuchar y la política institucional mexicana; frente al "mandar-obedeciendo" del EZLN

Por: Roberto Carlos Guel Gómez


 
En este pequeño ensayo me propongo hacer una reflexión en torno a dos formas de hacer política en México, dos formas diferentes e incluso contrarias, pero que forman parte de la vida política de este país. 

Considero que reflexionar sobre la política mexicana es realmente una de las necesidades más grandes de nuestros días, ya que esto nos permitirá dos cosas que son fundamentales para toda política: primero nos permite tener una postura crítica frente a las distintas formas de hacer política y; también nos permite encontrar propuestas viables que nos reorienten hacia una política mejor. Para realizar este trabajo nos apoyaremos en el libro Aprender a escuchar de Carlos Lenkersdorf y en los siete principios del mandar-obedeciendo del EZLN que podemos leer en varios de los comunicados que han hecho los indígenas. 

Al contrario de lo que usualmente hace la mayoría de la filosofía – que busca realizar las reflexiones desde lo abstracto sin mirar a las circunstancias – creo que es necesario ver a la política desde la forma en que se está dando en nuestros días. Eso no quiere decir que nuestra reflexión sea superficial, más bien, indica que nuestro camino reflexivo parte de la realidad que vivimos nosotros, para conformar un proceso de abstracción vinculado directamente a la política mexicana actual.

En México la política institucional – es decir los partidos políticos y sus diferentes puestos dentro del aparato gubernamental – han demostrado estar totalmente ajenos a las necesidades de la población mexicana. Mucho se ha dicho al respecto, “que la política es una basura”, “que no importa lo que ellos hagan, nosotros perdemos”, “que no hay nada que hacer porque siempre será así la política”, etc., sin embargo, creo que como población adolecemos de algo fundamental, no sabemos qué podemos hacer al respecto, podemos quejarnos mucho de los políticos pero no sabemos cómo cambiar la forma en que hacemos política.



Quizá debamos poner más atención y girar nuestros oídos hacia una voz que ha estado ahí por años, que han tratado de cañar, pero que, grita con fuerza que otro mundo es posible. Nos referimos a la voz indígena. Esa voz que lleva tiempo tratando de llegar a nuestros oídos y que no hemos escuchado por diferentes razones, ya sea por la campaña mediática que trata de ocultarla, por la falta de atención, porque creemos que es algo ajeno a nosotros, etc.,  y sin embargo aún estamos a tiempo para abrir nuestros oídos.

A diferencia de la política institucionalizada - enfocada en aprovecharse del poder político para beneficiarse - está la que se hace al interior del EZLN, la cual, está enfocada enteramente en buscar el beneficio de todos los integrantes de la organización. Cumplir con dicho objetivo, hace necesario que las personas que participen en la política tengan esa convicción de buscar el beneficio de todos y, para ello, es necesario una ética que pueda ver más allá de las necesidades propias. Para hacernos una idea de ese tipo de ética podemos ver los siete principios del mandar-obedeciendo, que son la base del quehacer político zapatista, los principios son los siguientes:

1.     Servir y no servirse
2.     Representar y no suplantar
3.     Construir y no destruir
4.     Obedecer y no mandar
5.     Proponer y no imponer
6.     Convencer y no vencer
7.     Bajar y no subir




Estos principios nos servirán de base para ir analizando a la política institucional de México. De ellos podemos aprender mucho y podremos buscar otra forma de hacer política. Como orden de exposición tomaremos la lista de estos principios.

Comencemos por entender a que se refieren los zapatistas, al proponer el “servir y no servirse” como uno de los pasos a seguir para encontrar una política que busque el beneficio de todos. El punto es muy claro y conciso, la política no debe de servirse de los poderes que se les concede como representantes de la población, sino todo lo contrario, para que la política sea benéfica para todos, tiene que trabajar escuchando las necesidades de las personas y ocuparse en resolverlas. Cuestión que como bien sabemos ha sido escaza – sino es que nula – en la política institucionalizada de este país. Sí solo podemos ejercer una política privativa, entonces, no estaremos haciendo más que una política egoísta. Como podemos ver, que la política sea servicial significa que se busca atender las necesidades de todas las personas y no sólo nuestras necesidades.

Pero como bien sabemos si hay algo que caracteriza a la política institucional de nuestro país, es su desvinculación con las personas a las cuales en teoría tendría que representar. Esa desvinculación ha provocado que las decisiones políticas que se han tomado en los últimos años, sean totalmente ajenas a las necesidades de las personas. Este es uno de los puntos fundamentales por los cuales la política mexicana es vista con malos ojos, ya que se ha visto que no importa qué partido esté en el poder, cualquiera de ellos buscará actuar de manera unilateral frente a las necesidades de las personas. Y precisamente esta cuestión está vinculada con el punto número dos de la lista: el cual es “representar y no suplantar”.

Este último punto creo que es fundamental para toda política. No suplantar significa ser realmente representantes de los intereses de los representados, es decir, no suplantar significa no ejercer una política privativa que sólo busque el beneficio propio. Para ser realmente representantes de una población tenemos que saber cuáles son sus necesidades, y para saber sus necesidades, tenemos que escuchar las voces de las personas. Aquí es donde se vincula el escuchar y la política.

En el libro de Aprender a escuchar[1] podemos ver que la escucha es un proceso que se da «entre iguales» y en donde se pone «atención» a lo que se nos dice. Y si relacionamos la escucha con la política se produce algo muy valioso. Lo primero que me gustaría señalar es la cualidad de «entre iguales» que tiene que darse entre el político y las personas, cuestión que bien sabemos que en la política institucionalizada no es el caso. 

Si hay algo distintivo de los políticos de este país es su carácter altivo, ya que no se relacionan directamente con las personas a las cuales representan, y por lo mismo, no pueden escuchar y «atender» las necesidades de la población. Poner «atención» significa tener una vinculación directa entre el rumbo de la política y lo que la gente quiere.

El tercer punto de la lista es sumamente importante, tiene que ver con atender a las necesidades de las personas representadas. “Construir y no destruir” significa atender las necesidades de las personas, ¿en qué sentido?, bueno, en la medida en que sepamos qué necesitan las personas podremos «construir» los mecanismos gubernamentales necesarios para que la vida de las personas se vea beneficiada. El caso contrario sería tomar las decisiones de manera unilateral, y en ese sentido, estaríamos «destruyendo» la finalidad de la política. Sin embargo, aún hay otro significado de «construir» políticamente, y éste es, el trabajar en conjunto entre representantes y representados para crear las políticas necesarias para la sociedad. Y en ese sentido, la política zapatista propone una política activa por las dos partes, lo cual, exige que las personas se relacionen con las actividades públicas que le conciernen a la política y no dejar que los políticos hagan lo que quieran.

Cuando los zapatistas proponen “obedecer y no mandar” están considerando algo que es fundamental y que por desgracia no tenemos, primero que nada tenemos que señalar que lo importante de este punto es que los políticos dejen sus posturas autoritarias, para, «obedecer» a lo que el pueblo ordene. Pero, para que los políticos obedezcan es necesario que las personas intervengan en las discusiones sobre los asuntos públicos. Esto implica que los ciudadanos no solo tienen que elegir un representante, sino que, tienen que trabajar en conjunto con él para resolver los problemas que les aquejan. ¿Pero cómo podemos construir un plan político adecuado, si cada uno de nosotros tiene intereses diferentes?

Aquí entra el siguiente punto de la lista, el cual es “proponer y no vencer” cuestión quizá sea la que nos cueste más trabajo. Después de años y años de una práctica política privativa que siempre busca el beneficio propio, será difícil buscar las prácticas políticas necesarias para que el beneficio de todos sea lo primordial. Sin embargo, en la «escucha» podemos encontrar algunas herramientas que nos permitan salir de esas prácticas enfocadas sólo en nosotros, para, pasar a una política mucho más comprometida con todas las personas.

Si algo caracteriza a la escucha es que puede poner atención a las otras personas, esto significa, que podemos ponernos en el lugar del otro. Y con ello, se produce un «reconocimiento mutuo» entre las personas, se reconocen las necesidades del otro y éste reconoce mis necesidades, y de esta forma, superamos el carácter unilateral de la política.  Esta cuestión alimenta a una política positiva, ya que nos permite acercarnos al otro y no enfocarnos sólo en nuestras necesidades. De esta forma las propuestas no buscarán el beneficio propio, sino, buscarán el beneficio de todos los ciudadanos.

Y para que esto sea posible, es necesario que todos participen de las decisiones que se toman. Y eso implica que exista un diálogo entre los conciudadanos, un dialogo entre iguales que están dispuestos a escuchar lo que tienen que decir las otras personas. Esto se conecta perfectamente con el sexto punto de la lista: “convencer y no vencer” busca señalarnos que la política – si busca el beneficio de todos – tiene que ser el resultado de un proceso de argumentación y toma de decisiones entre las personas. Cuestión que es sumamente compleja, pero que, si consideramos la escucha del otro y recordamos que lo que se busca es el beneficio de todas las personas, podemos llegar a encontrar la argumentación necesaria para convencer a nuestros conciudadanos. Si dejamos de lado la política privativa, entonces, dejaremos de lado los intentos por vencer políticamente, para, pasar a la argumentación y el convencimiento de las propuestas.

Y finalmente encontramos el último punto de la lista, y el cual en cierra lo que hemos venido diciendo desde el inicio de este ensayo, “bajar y no subir” enfatiza la necesidad de una política interesada en las necesidades. Ver y procurar por los de abajo significa preocuparse por las necesidades de los más necesitados. Y no buscar subir, enfatiza que el político tiene que tener la entereza ética como para no beneficiarse del poder y los recursos que se le confieren.

Para concluir, quiero mencionar de manera general los puntos que fuimos señalando a lo largo de este ensayo. En busca de «otra» forma de hacer política, nos encontramos con los siete principios del mandar-obedeciendo del EZLN, la cual, es una política que se caracteriza por buscar el beneficio de todas las personas, dejando de lado la política demagógica que se realiza de manera institucional. Dicho quehacer político, se caracteriza por estar enraizado con el pueblo, con sus necesidades y sus decisiones, y busca obedecer a las necesidades de las personas, deja de lado las posturas egoístas, para adentrarse en el beneficio común. Y en ese sentido, escucharse entre todos los ciudadanos es un asunto primordial, escuchar para saber del otro, sus necesidades, sus ideas; pero también, para que los otros me reconozcan. Con ello, la política toma un papel positivo y comienza a construir las políticas públicas necesarias para que «los de abajo» tengan una mejor condición de vida.




BIBLIOGRAFIA:
·        Lenkersdorf, Carlos, Aprender a escuchar, México, Plaza y Valdes, 2008.



[1]Lenkersdorf, Carlos. Aprender a escuchar. México, Plaza y Valdes, 2008. 

martes, 29 de octubre de 2013

La importancia de la escucha

Por: Roberto Carlos Guel Gómez












En este pequeño ensayo me propongo analizar la importancia de las reflexiones hechas por Carlos Lenkersdorf en Aprender a escuchar. La elección de este tema surge a partir de la necesidad de comprender cómo se podría establecer un diálogo real que nos permita entendernos como una sociedad pluricultural. A su vez, el contexto actual de nuestra sociedad en donde grupos indígenas exigen ser escuchados por la sociedad mexicana, nos alienta a que pensemos en qué sentido y qué importancia tiene que los diferentes grupos indígenas sean escuchados. De ahí consideré la pertinencia de este trabajo.

Comencemos por hacer una distinción analítica para entender claramente a qué nos referimos cuando hablamos de la escucha. Existe una gran diferencia entre lo que podemos denominar "oír" y escuchar, podemos decir que oímos un sin número de cosas, sin embargo, escuchamos muy pocas. Por ejemplo, a lo largo del día percibimos un sin número de ruidos que están a nuestro alrededor y que aunque entran a nuestros oídos no retienen nuestra atención, ha eso es lo que llamamos oír. Escuchar en cambio es una actividad que necesita de la atención de las personas, atención que se enfoca en entender aquello que se nos dice.

Como primera impresión puede parecernos que esta distinción es demasiado sencilla, cualquiera sabe que no es lo mismo oír que escuchar, sin embargo, el problema que encontramos es que aunque creemos saber qué es escuchar, la situación actual de la sociedad nos demuestra que no nos escuchamos. Para mostrar este problema podemos ver la situación que viven algunos grupos indígenas: en las últimas décadas se han desatado un sin número de peticiones por parte de grupos indígenas que exigen ser reconocidos y respetados por la sociedad mexicana. Sin embargo,  poco o nada de estas exigencias ha sido tomada en cuenta ¿Por qué? Por la falta de atención que tenemos hacia lo que se nos dice.

Por ahora tenemos dos cuestiones importantes que nos invitan a pensar por qué es importante analizar la escucha, la primera es que existe una diferencia entre oír y escuchar y, la segunda es que aunque sabemos esto entre nosotros no nos escuchamos. ¿A qué se debe esto? Si buscamos analizar este problema desde la lengua podemos ver que, como señala Lenkersdorf, las lenguas se componen de palabras que se hablan y escuchan, esas son las dos realidades de las lenguas: el hablar y el escuchar en conjunto conforman la unidad de las lenguas. Sin embargo, encontramos que la escucha no es una prioridad dentro de las lenguas occidentales y que más bien se enfatiza la capacidad de hablar. Esto sucede porque se cree que el habla es un proceso activo y; la escucha un proceso pasivo. Y en una sociedad como la nuestra en donde se busca enfáticamente ser un “sujeto activo” la escucha se cree, es algo que tiene una importancia de segundo rango, por ello, se cree que es un proceso pasivo en donde sólo se recibe del otro.

Sin embargo, como mencionábamos anteriormente, la escucha es un proceso que necesita de la atención de las personas para comprender lo que se les dice. Esto contradice lo concepción occidental, en la cual se cree que la escucha es un proceso pasivo. Cómo llegamos a esta conclusión, la cuestión es simple pero importante: si analizamos la manera en cómo percibimos los sonidos que están a nuestro alrededor, podemos ver claramente que sólo en la medida en que nuestra atención se esfuerza por comprender esos sonidos, es que podemos escuchar lo que se nos dice.

La importancia de este asunto radica en que si únicamente enfatizamos el habla, entonces, sólo estamos poniendo atención a uno de los dos componentes del lenguaje. Y como señala Lenkersdorf "Si no se habla, no se escucha ninguna palabra, y si no se escucha se habla al aire"[1]como podemos ver el problema es claro, si solo enfatizamos el habla entonces no podremos escuchar al otro.

El problema es grave, si no podemos escucharnos ¿Cómo podemos comunicarnos? Por ello es que estamos mostrando que la escucha es de suma importancia, creemos que hoy en día nuestra sociedad necesita que los individuos se escuchen entre sí. ¿De qué otra forma podemos resolver los problemas que tenemos sino comunicándonos? Bueno parece evidente que necesitamos escucharnos, la pregunta ahora es ¿Cómo lo hacemos? Y sobre todo ¿Cómo nos escuchamos en una situación en donde existen numerosos grupos étnicos diferentes? Desde la perspectiva de Lenkersdorf si realmente buscamos escuchar al otro, tenemos que considerar el lugar desde donde nos están hablando.

En otras palabras, para tener que entender una lengua tenemos que hacerlo desde la perspectiva del hablante, sólo en la medida en que consideremos el contexto desde el cual nos hablan podremos entender aquello que se nos dice. ¿Por qué es importante el contexto del hablante? Porque el sentido en que se nos dicen las cosas está conformado desde el contexto histórico-cultural.

En ese sentido, Lenkersdorf nos estaría señalando que la escucha necesita tener en consideración el sentido en el que el “otro” nos habla y esto sólo es posible si vemos el contexto del hablante. Con este tipo de postura, encontramos una opción muy favorable para los problemas sociales que se dan en sociedades compuestas de numerosos grupos étnicos, ya que nos permite escuchar al otro con su propia voz. Cuestión que ha hecho falta en el México actual en donde la sociedad “dominante” no ha querido escuchar a los indígenas y en donde más que escucharlos se ha tergiversado el sentido de las exigencias de los grupos indígenas.



Además, otro de los puntos favorables por los cuales apelamos a la escuchaes que si los diferentes grupos étnicos se comunican entre sí, se establece una retroalimentación entre los participantes del diálogo. Con lo cual podríamos enriquecernos mediante el intercambio de conocimientos, pero para ello, es necesario alcanzar a escuchar el otro con su propia voz.

Como hemos visto, la falta de atención y la incapacidad de escuchar la voz del otro han sido algunas de las causas por las cuales no se ha establecido un verdadero diálogo entre las distintas etnias de este país. Pero ¿qué otras cuestiones imposibilitan alcanzar un verdadero diálogo?

Como bien señala Lenkersdorf toda lengua tiene se propia cosmoaudición[2]esto quiere decir que en el lenguaje de toda cultura tiene su configuración particular y, en la cual, podemos ver características específicas de los valores de dicha cultura. Por ejemplo, si analizamos la lengua tojolabal podemos percatarnos que la palabra tojolabal 'ab'al se refiere a la lengua o palabra escuchada y, la palabra k'umal corresponde a la lengua o palabra hablada, en ese sentido, en la lengua tojolabal - y la cultura tojolabal en general -se enfoca en poner atención a estos dos aspectos. A esto es la que se refiere Lenkersdorf al referirse a la cosmoaudición. ¿Qué sucede en nuestra lengua? Encontramos que existe la palabra “escuchar” sin embargo, ésta no tiene la misma importancia que el habla. ¿Por qué? Como ya señalamos, en nuestra cultura damos más importancia al habla.

¿Qué sucede si llevamos este análisis de la cosmoaudición a nuestra lengua? Nos podemos percatar de algunas de las causas por las cuales el diálogo no ha sido posible. Por ejemplo, si analizamos el sentido en que nos referimos al otro cuando hablamos, podemos ver que continuamente nos referimos a un “yo” que le habla al otro. Cuando decimos cosas como “Te estoy hablando”, “Te voy a decir”, “Hablaré contigo” etc., siempre se hace énfasis en un “yo” que le habla al otro. Y en ese sentido, la cosmoaudición de nuestra propia lengua nos muestra que socialmente le damos prioridad a un “yo” por encima del “otro”. ¿Será esta una de las causas por las cuales no hemos podido escuchar a los indígenas? Desde la perspectiva de Lenkersdorf sí. ¿Ante esta situación qué podemos hacer? Pues cambiar la lógica mediante la cual nos hemos relacionado con los indígenas, eso supone dejar de verlos como un “otro” al cual le voy a enseñar cómo son las cosas. En ese sentido, como bien señala Lenkersdorf la verdadera escucha exige que los participantes en el diálogo se reconozcan mutuamente como iguales.

¿Qué otras consecuencias podemos sacar de este reconocimiento mutuo? Podemos ver porque hasta ahora los supuestos diálogos del gobierno con las comunidades no han sido reales sino una práctica demagógica. Las ocasiones en las cuales el gobierno ha entablado diálogo con las etnias lo han hecho desde una postura paternalista, en donde lo que buscan fundamentalmente es “enseñarles” cómo es que serán integrados en el proyecto nacional. Únicamente en 1996 cuando se firmaron los “Acuerdos de San Andrés” se estableció, hasta cierto punto, un diálogo en donde se dio el reconocimiento mutuo. Sin embargo, como bien sabemos esos acuerdos sólo fueron firmados pero nunca llevados a la práctica, después fueron reajustados a lo que el gobierno entendía como necesario, olvidando nuevamente la voz de los indígenas. Si realmente buscamos un diálogo entre los diferentes grupos tenemos que reconocer el valor que tienen los “otros” y; a su vez ese “otro” tiene que reconocer el valor que tengo como miembro de un mismo contexto histórico-social. En ese sentido, con el mutuo reconocimiento tenemos que la escucha nos exige una postura incluyente, nos enfatiza mirar, reconocer, respetar, valorar y escuchar lo que el “otro” es.

Como decíamos, escuchar es una necesidad para resolver los problemas, ¿qué nos dice la negativa del gobierno a escuchar los pueblos? Como bien señala Lenkersdorf puede que exista una negación a querer escuchar, el gobierno al reajustar los “Acuerdos de San Andrés” lo único que hizo fue mostrar su negativa a escuchar al otro, así como su etnocentrismo, que cree tener la razón sobre lo que los “otros” necesitan. Pero como señala Lenkersdorf:

“Si escuchamos, ya no afirmamos y tampoco podemos afirmar que ya sabemos lo que les hace falta a los otros. Tampoco podemos sostener que ya no tienen que hablarnos porque ya lo sabemos lo que nos toca escuchar de ellos. La actitud que pretende que ya sabemos lo que nos dirían es una manera de no querer escuchar. No importa de quién se trata, la pretensión de ya saber lo que quieren decirnos significa el endurecimiento de nuestro corazón que no quiere escuchar, no quiere acercarse al otro y fijarse en sus palabras. El no querer escuchar equivale al rechazo del nosotros.” [3]
¿Por qué no escuchar al “otro”? ¿Qué implicaciones tendría esto? Como decíamos la escucha requiere del reconocimiento mutuo, si el gobierno llevara a cabo este reconocimiento tendría que abandonar ciertas prácticas sociales, pero, sobre todo tendría que abandonar su postura de “superior” frente al indígena.

Lo que estaría enfatizando Lenkersdorf es que para poder alcanzar un diálogo real es necesario que se establezca cierta nivelación social entre los participantes, es decir, si queremos escuchar la voz del otro tendríamos que dejar de catalogarlo como un «otro inferior a mí». En ese sentido, la escucha tendría que ser una actitud incluyente y dignificante, ya que se ve en el otro a alguien «diferente a mí, pero, que tiene el mismo valor».

Por cuestiones de extensión este análisis sobre la escucha no puede extenderse más. Sin embargo, los puntos que fueron analizados son de suma importancia y, sobre todo, son reflexiones que nos remiten directamente a pensar nuestro presente, cuestión que consideramos sumamente valiosa. Además, con lo que hasta ahora encontramos tenemos el inicio de una postura mucho más abierta hacia los «otros» que también tienen algo que decirnos. La situación en que se encuentra nuestra sociedad muestra la necesidad de escucharnos entre nosotros, por ello, creemos que este ensayo tiene cierto valor para comprender mejor nuestro presente, pero sobre todo, para mejorar el tipo de relación que mantenemos entre nosotros. Para finalizar, recapitulemos los puntos más importantes que encontramos en torno a la escucha a lo largo de este ensayo.

Al inicio del ensayo, distinguimos entre “oír” y escuchar señalando que oír es simplemente percibir sonidos y, en cambio, para escuchar necesitamos poner «atención» en lo que nos dice el «otro». A su vez, encontramos que para escuchar realmente la voz del «otro» necesitamos entender el contexto desde el cual nos hablan y, en ese sentido, nos percatamos que la escucha es una actitud que entiende lo dicho desde el contexto en el que se habla, con lo cual, el entorno del «otro» es incluido.

También encontramos que la lengua se compone de palabras que se pronuncian y que tienen que ser escuchadas, con lo cual mostrábamos la necesidad de la escucha para conservar la lengua en su forma completa. Más adelante vimos con el término cosmoaudición, que en el tojolabal sí considera la escucha como una parte importante y; en cambio, en nuestras lenguas el escuchar es considerado como una actividad de segundo rango.

 Para mostrar los problemas que surgen si nos enfocamos únicamente en el habla, mostramos los problemas que se han dado por la incapacidad de escuchar la voz de los indígenas, por ejemplo, el error de corregir los “Acuerdos de San Andrés” desde la perspectiva de la clase dominante. Como intento de solución a este problema, encontramos que para que se dé diálogo real en donde se escuche al otro, es necesario el reconocimiento mutuo entre los dialogantes. Esto quiere decir, que es necesario reconocer el valor que tiene lo que dice el «otro», con lo cual, se dignifica al «otro» por el valor que tiene. Y finalmente, encontramos que un diálogo real sólo es posible si escuchamos al «otro» si lo veo como un igual a mí, es decir, si abandonamos una postura que considere al «otro» como un «inferior a mí».

Finalmente podemos decir, que la escucha es importante porque pone la «atención» en lo que nos dice el «otro»; porque considera el contexto socio-cultural del «otro»; porque reconoce el valor de las «otras» personas; porque dignifica a las personas mediante el reconocimiento mutuo y; finalmente, porque elimina las posturas excluyentes que ven al «otro» como un «inferior a mí». Por todo ello, es que creemos y enfatizamos que es necesario escucharnos entre nosotros.




[1]Lenkersdorf, Carlos, Aprender a escuchar,México, Plaza y Valdes, 2008, Pág., 13.
[2]Ibíd. Pág. 23.
[3]Ibíd. Pág. 42. 


BIBLIOGRAFIA:
·       Lenkersdorf, Carlos, Aprender a escuchar, México, Plaza y Valdes, 2008.

domingo, 20 de octubre de 2013

Dos concepciones del logos: la ontología y la logología

Por: Jesús Antonio Guzmán Cruz


El logos
Es en el Siglo V cuando el concepto de logos comienza a relacionarse con la Filosofía, pero mantiene relaciones con usos sociales y culturales. El logos se vincula con nuestra concepción del lenguaje, porque se comprende como “todo lo que se dice” (que abarca tanto lo escrito como lo oral). O como una explicación de algún hecho. En ambos usos de la palabra logos, se vislumbra una actividad propia del hombre, que sería: el uso del leguaje para transmitir lo que se conoce.



Otra acepción del concepto de logos sería la que expresa universalidad, en cuanto que toda explicación (por medio del lenguaje) busca definir algún objeto, pero siempre relacionada con el hombre. Esto es, el logos es una facultad del hombre, hay un vínculo entre el hombre y la razón universal, por ello el ser humano se distingue de los demás seres vivos.

A modo de ejemplo podemos recurrir a la doctrina de Heráclito. Él utiliza esta palabra en sus reflexiones metafísicas diciendo: "No a mí, sino habiendo escuchado al logos, he sabio decir junto a él que todo es uno." El logos expresa la unidad de lo real, incluso lo real mismo, por ello Heráclito invita a que lo escuchemos, a que facilitemos su manifestación. Heráclito entendía al ser como logos, una inteligencia capaz de ordenar y mantener la armonía tras los cambios propios del devenir del mundo.
No hay una definición unívoca de este término, pero expresa una intuición filosófica fundamental y necesaria para la ontología: la universalidad. Sin embargo, ¿Qué hace a esta palabra tener un estatuto filosófico, frente a otras construcciones ideológicas (como la noción de la divinidad o, en general, las explicaciones mitológicas del mundo, que estrictamente también son explicaciones de la totalidad)?  Es una pregunta que se disolverá al contraponer el logos al mito.

El mito frente al logos
En la Filosofía es necesario plantearse el problema del ser para lograr, mediante su razonamiento, establecer una noción de la realidad en su conjunto. Cuando los primeros filósofos griegos, llamados genéricamente como “presocráticos”, no se contentaron con las explicaciones mitológicas de la realidad, comenzaron a gestar un proceso que es conocido como “un paso”, el ir del mito al logos.



En principio, el modo de fundamentar a la realidad es distinto, el mito no propone un método para sustentar sus afirmaciones, la razón, en cambio, lo exige.

El mito es una historia, incluidos los mitos cosmológicos, que es tomada por verdadera porque el mundo existente está ahí para probarlo[1].Éste da prueba de su verdad, tal como se advierte en los diversos mitos: “el mito del origen de la muerte es verdadero, puesto que la mortalidad del hombre lo prueba, y así sucesivamente.”[2]

Los filósofos presocráticos hicieron un esfuerzo por afirmar una noción del mundo que se basara en la razón o en el discurso, “no se contentaron con ninguna de las admitidas fantasías mitológicas, porque buscaban un auténtico principio de unidad, el sustrato último del cambio…”[3]El mito termino por significar “lo que no puede existir en la realidad”. A la luz del desarrollo de la Filosofía, éste ya no era suficiente y fue tornándose en una ficción.

Dos concepciones del logos opuestas entre sí: la ontología y la logología
Sabemos, desde un horizonte histórico, que la pregunta por el ser hizo que se diera énfasis en averiguar la naturaleza del cosmos. Estas primeras investigaciones racionales compartían un mismo objeto de estudio, hombres como Tales, Anaxímenes, Heráclito, Parménides, etc., ponían todo su interés en el mundo exterior, en el objeto y no en el sujeto. Que el centro de sus especulaciones fuera el cosmos hizo posible que a estos primeros filósofos se les agrupara bajo el nombre de filósofos presocráticos. Todo ellos partían de una intuición metafísica que sobrepasaba a la experiencia, la afirmación de una Unidad del Universo.



La pregunta por el ser fue inspirada por el cambio material pero se desarrolló gracias a una abstracción de la multiplicidad, ya que uno tras otro los pensadores presocráticos examinaron la pregunta: ¿cuál es el componente último del mundo? Sin embargo, no lograron resolver este problema. Pero sentaron las bases que servirían de antecedentes a filósofos posteriores como Platón y Aristóteles.

El antecedente que marcaron fue el de definir la actividad filosófica en Grecia, depositándola en lo que ahora se conoce como ontología y que podríamos decir, con algunas reservas marcadas por la sofística, define la filosofía griega.

Sin embargo, los filósofos de la naturaleza no establecieron unívocamente la verdad del fundamento último del mundo, en su consideración del Cosmos no lograron explicar a todos los factores implicados, lo que llevo a trasladar la atención hacia el ser humano. Este fracaso marcó un cambio, del objeto al sujeto, al hombre mismo prescindiendo del Cosmos[4]. Dicho cambio de interés se presenta tal cual en los Sofistas y es lo que a la postre los distinguirá de los primeros filósofos (aunque también se les ha denominado como presocráticos).

De la mano de los Sofistas cambió el objeto de la Filosofía, de la materialidad del mundo hacia el estudio del hombre, pero en un sentido de estar atento a observar las manifestaciones humanas, y la percepción de los fenómenos mediante la experiencia. Los Sofistas ya introducían la duda o escepticismo de la posibilidad de lograr un conocimiento de la naturaleza última del mundo, basándose en el hecho de la falibilidad de los sentidos.

El desarrollo de doctrinas como la de Heráclito y la de Parménides sólo lograron que el espíritu “escéptico” de los sofistas encontrara una justificación razonable para dudar de la percepción sensible. Pero también para dudar del pensamiento mismo. En el caso de Heráclito encontramos una afirmación de la unidad en la pluralidad, pero exagera demasiado la tesis del devenir. Incluyendo los problemas que se derivan de la defensa del principio que nombró como “Fuego”. Mientras que Parménides descartó la fiabilidad de los sentidos basándose en una doctrina Metafísica y no en un argumento que buscara probar su validez. El hecho de la estabilidad y de la mutabilidad se mostró en Heráclito y en Parménides como doctrinas rivales, fue hasta la reflexión de Platón que se habrían de retomar y conciliar estas dos tesis.

Un nuevo periodo se inauguraría de la mano de los sofistas. Quienes se distinguen por ocuparse del microcosmos, por el cambio de su objeto de estudio: el hombre, la civilización que formaban, sus costumbres. Los sofistas eran personas eruditas, tenían la conciencia de las distintas maneras de vivir del hombre, dado que conocían diferentes culturas. Tales conocimientos despertaron preguntas de gran alcance: las formas de vivir, el lenguaje, la religión y los códigos éticos, ¿qué no son todas estas, convenciones?

El método de la sofistica también fue distinto de la precedente filosofía, reunieron una gran cantidad de observaciones, de opiniones y de creencias, que les permitieron concluir que no se puede saber algo con certeza. Además de que desarrollaron teorías sobre el lenguaje, teorías de la civilización, y de organización política. Su método se contrapone al de los filósofos especulativos de la naturaleza, ellos se ocuparon de reunir una gran cantidad de información y postularon sus doctrinas, es decir, su método fue empírico deductivo. Su verdad era práctica (y no absoluta), pues sus fines eran prácticos: trataron de enseñar ética y política.

Para notar la relevancia de sus doctrinas hay que decir que proponen una alternativa a la ontología clásica griega, desde una perspectiva distinta a la que tradicionalmente se reconoce como dominante. La pregunta por el ser no fue abordada por los sofistas. Cayeron en un cierto relativismo, no ofrecían una solución al problema del fundamento del mundo humano, tendían a cierta actitud escéptica por cuanto dudaban de una respuesta universal que contentara al entendimiento. El que los sofistas no se interesaran por el ser, sino por las apariencias; el que no buscaran la virtud, sino el poder; y que no llegaran a perseguir a la verdad sino a la persuasión, fueron impugnaciones a su trabajo intelectual.
“En sustancia, la singularidad de la sofistica consiste en ser ya, como hecho de historia, un efecto de estructura, la practica real de quienes se llamaron y a quienes se llamó “sofistas” sirve para designar en filosofía una de las modalidades posibles del no filosofar. La definición, que no dejaremos de glosar, resulta tan magistral como enigmática pero designa en forma intemporal la sofística, no común, como “una filosofía de razonamiento verbal, sin solidez ni seriedad”[5].

El movimiento, o efecto sofístico, no se mide con el estatuto de la verdad, que impone la ontología. Es la cara de la no-filosofía, pero muy a pesar de ello posee un logos. Este logos pretende eludir al ser y a la palabra que lo enuncia. No se trata sólo de oponer a la ontología con la sofística, o en su defecto lo que se ha llegado a formular como logología, en tanto el estudio que maneja los problemas del lenguaje y que va en contra de la ontología, “la sofística como distinta de lo metafísico y alternativa, desde los presocráticos, al gran linaje de la filosofía”[6].

El hecho de poner énfasis en la sofística parte de considerar que los filósofos de la naturaleza podían comprenderse como parmenídeos. Filósofos como Anaximandro, Heráclito, Protágoras, desarrollan un desocultamiento del ser o alétheia al establecer una copertenencia entre el ser, el decir y el pensar, relación que se construirá en un mismo espacio que recibirá el nombre de ontología.

En contrapartida la logología, verá su desarrollo más evidente y radical en el “Tratado del no ser” de Gorgias, que trazará un nuevo camino entre la relación ser y decir. Para Gorgias el lenguaje (en este caso el poema “Elogio de Helena”) es una práctica discursiva que no está inspirada por el ser, o por lo que hay, es la práctica lo que realmente produce su objeto. Esta es la crítica radical hacia la ontología, que ya se elaboraba desde la filosofía presocrática, el ser no es lo develado por la palabra sino lo creado por el discurso.

Entonces, la sofística reduce el hacer filosófico a la producción del lenguaje o a un hecho del lenguaje. Esto es lo que se deberá entender por logología, es decir, la percepción de la ontología como discurso. Desde el tratado de Gorgias “Sobre el no ser o sobre la naturaleza”, escrito base del sofista, sabremos qué motiva esta reacción en contra de la concepción metafísica parmenídea. De esta obra únicamente se conservan fragmentos, por ello es difícil interpretarla. Su trabajo abocado a la ontología se manifiesta en tres tesis:

1. Nada existe
2. Si algo existiera sería incognoscible
3. Si algo existiera y fuese cognoscible sería incomunicable

La interpretación de estas tres tesis ha llevado a sus lectores a comprender al sofista desde diversos horizontes, desde quien encuentra en su obra un nihilismo y escepticismo radical, hasta quien lo llega a considerar como un maestro en el arte retórico, cuya habilidad quedaría de manifiesto al hacer verosímiles las afirmaciones de apariencia más absurda.

Pero si consideramos detenidamente la tercera tesis de su planteamiento esbozaremos la relevancia de su obra. “Si algo existiera y fuese cognoscible sería incomunicable”. A favor de esta tesis Gorgias alude la inadecuación del pensamiento con lo pensado. Tenemos que: si el pensar no implica la existencia, lo existente no puede ser pensado. De manera que podemos pensar un evento ficticio y ello no causa su realización; que todo lo pensado existe es una afirmación absurda. Entonces, cabe la posibilidad de que lo pensado pueda llegar a existir, esto es, que lo pensado fuera existente, pero esto no es posible porque lo no existente no podría ser pensado, y sucede que sí podemos pensar en algo no existente, como un unicornio.

El segundo argumento a favor de esta tesis se refiere al de la incomunicación para transmitir al ser pensado (en caso de que esto fuera posible). La palabra es lo que manejamos los hombres para comunicarnos, pero la palabra es distinta a la realidad (en el supuesto que existiera algo). Al comunicarnos sólo transmitimos palabras y nada más que palabras. 

Además, la palabra no puede comunicar al hombre con la debida precisión, en el proceso del habla manifestamos ciertos estados de conciencia, pero el que recibe la comunicación no puede despertar los mismos estados de conciencia que el emisor, en razón de que el hombre es algo plural, nunca hay humanos idénticos entre sí. Si no hay una unidad homogénea del hombre, no puede haber comunicación, pues nadie puede pensar lo mismo que el otro.

Por lo anterior, vemos una ruptura con la unidad parmenídea del ser, el pensar y el habla. Una crítica que Sócrates no tomó como definitiva y se comprometió a debatirla.

Pero es aún interesante el vuelco que representa al quehacer filosófico la idea de enfocarse al estudio del lenguaje, pues si no hay más existencia demostrable que la inmediata, hay que ir construyendo nuestros discursos, prepararnos para utilizar las palabras. Tal es el ejemplo que el mismo Gorgias nos expone en el escrito “Elogio de Helena” donde el sofista intenta demostrar que la huida de Helena a Troya no es reprochable. Tal vez lo hace para demostrar lo valioso del arte retórico, pero sus implicaciones no dejan de sorprender: “la palabra es un poderoso soberano que con un pequeñísimo y muy invisible cuerpo realiza empresas absolutamente divinas…”[7] La fuerza que ejerce la palabra puede llegar a someter el alma de quien la escucha.

Si el poema de Parménides establece con relación al ser: “que es, que puede conocerse y que puede decirse”, el “Tratado sobre el no ser” de Gorgias postula la ruptura entre ser y logos, al afirmar que nada existe, duda de que hubiera algo llamado ser y que este pudiera ser conocido, no sólo esto: el logos no puede dar cuenta de conocimiento alguno del ser pues niega la posibilidad de que pueda decirse algo sobre el ser.
El discurso es pues algo que no tiene verdad, en tanto que no puede comunicar al ser. De esta manera se plantean dos modos rivales de concebir la relación entre ser y lenguaje. La primera perspectiva pertenece a la ontología que va desde Parménides hasta Sócrates, Platón y Aristóteles, en la cual el lenguaje puede acceder a un ser que sobrepasa la experiencia sensible.
Por otro lado, la logología explica que el lenguaje no habla del ser como algo fuera de él, sino que lo produce, el ser vendría a concebirse como un efecto del decir. Viniendo a favor de esto encontramos a la sofística, en autores como Gorgias, Protágoras, Antifonte, Filóstrato, etc. En Gorgias vemos un desarrollo claro de este problema, el de la relación entre el ser y el decir; y la conclusión de lo importante que puede llegar a ser la retórica.

Conclusión:
La ontología y a logología son opuestas entre sí porque la primera se dedica a dar fundamento al ser, mientras que la segunda se dedica a dar fundamento al lenguaje. Los ontólogos establecen que el ser es lo develado por la palabra, lo que precisamente atacan los otros diciendo que en realidad el ser es lo creado por el discurso. Para la logología la realidad es construcción discursiva, el mundo llega hasta donde el lenguaje lo permita, el lenguaje  es productivo, que antes de él no hay nada. No hay hombre sin palabra y el mundo creado por ésta es la polis, mundo de los hombres hablantes.




[1]Eliade, Mircea, Mito y realidad, Trad. Luis Gil, 1ª ed., Barcelona, Editorial Labor, 1991, p. 6
[2]Ibídem.
[3]Copleston, Frederick, Historia de la filosofía, Tomo I Grecia y Roma, Barcelona, Ariel, 1994 p.88

[4]Ibídem. p.89
[5]Cassin, Bárbara, El efecto sofístico, Trad. Horacio Pons, 1ª ed., Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2008 p.13
[6]Ibídem. p.13
[7]Gorgias, Fragmentos y testimonios, Trad. José Barrio Gutiérrez, 3 era ed.,  Buenos Aires, Aguilar, 1980, p.34



Bibliografía:
Copleston, Frederick, Historia de la filosofía, Tomo I Grecia y Roma, Barcelona, Ariel, 1994
Cassin, Bárbara, El efecto sofístico, Trad. Horacio Pons, 1ª ed., Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2008, 376 p.
Eliade, Mircea, Mito y realidad, Trad. Luis Gil, 1ª ed., Barcelona, Editorial Labor, 1991
Gorgias, Fragmentos y testimonios,Trad. José Barrio Gutiérrez, 3 era ed., Buenos Aires, Aguilar, 1980