domingo, 13 de octubre de 2013

Reformismo de EPN

Por: Aarón Guerra

@reuguerlewis


En lo que va del año se han suscitado una serie de  reformas pendientes  (educativa, hacendaria, energética) las cuales han resultado controvertidas para diferentes sectores de la sociedad,  ya que han generado oposición de los intereses afectados (lo vimos ya con la reforma educativa).



En este caso, los grupos vulnerados por cada reforma se ven  obligados a utilizar instrumentos de presión directa para echar abajo el cambio perjudicial que propone el ejecutivo.  Y si todos esos grupos coinciden en el mismo lapso, como empieza a ocurrir desde los últimos cinco meses,  podrían crear una presión insostenible para el gobierno.

Es por eso que Samuel P. Huntington aconsejaba a los gobernantes que mejor fueran poco a poco, para lograr tener un margen de acción al aislar los intereses afectados por cada reforma; es decir, encarar las reformas por separado para que cada una tenga su momento de presión, para después lograr aquiescencia y proceder a sacar la siguiente de manera rápida, así no darían tiempo a los opositores a movilizarse de manera eficaz.

La celeridad y la sorpresa son una vez más, instrumentos utilizados como dos principios antiguos de guerra.

La otra estrategia reformista que utiliza Huntington es la de “guerra de relámpago”, la cual tiene varias posibilidades de fracaso porque propicia una movilización simultanea de diversos grupos afectados y por consiguiente se generan muchos oponentes, pero resulta  que calendarios políticos idóneos para este tipo de estrategias se estarían presentando en México. 



La  principal razón es que el primer año de gobierno es propicio para las grandes reformas, ya que se cuenta con mayor aceptación de la gente (esperanza renovada surgida por toda la propaganda electoral) , ya para el segundo año se podrán lograr cambios menores, en el tercero se preparan las elecciones intermedias, en el cuarto año son cambios de menor importancia por las distribuciones de poder; y el quinto año  los partidos se abocan a elegir su candidato presidencial, por último el sexto año  se vuelca todo el país sobre las elecciones.

Otra razón,  es que en México no se produce de manera uniforme la unión entre los diversos frentes opositores (sectarismo), además de centralizar la problemática a una sola figura, la presidencial, la cual funge como un pararrayos mientras se aprueban y dictaminan las reformas.

Una pregunta recurrente es ¿Por qué no se ven reunidos líderes de  frentes opositores en un mitin? Puede decirse que muchas veces se pide la unión con tintes dogmáticos cuando sólo es como Nietzsche diría: “….es  un proceso de transvaloración que se realiza en la modernidad y que ha llevado a entronizar a un tipo de hombre caracterizado por su empequeñecimiento, medianía e instinto de rebaño…”.

Un movimiento que sobrevive por el fatalismo disfrazado de hiperrealismo,  que no reproduce el interés en una sociedad apática,  y que no busca una  vinculación con otros opositores  en la manera de actuar,  es uno que sólo se interesa por concretar los discursos. 

Sin embargo, las perspectivas que se tienen sobre una estrategia radical que pudiera emplear el gobierno tras las recientes movilizaciones, sólo se pueden resolver haciendo otros cuestionamientos  ¿con lo que se está haciendo (marchas),  se lograrán frenar las reformas? O ¿Eso logrará involucrar a más ciudadanos?

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