Por: Aldo Clark
@aldocorp
Esta es la historia de
un sirviente de la justicia por la propia mano. Él nació el 8 de Marzo de 1970. Michoacán, su lugar de
origen. Originario de tierra caliente, donde viven escorpiones, serpientes y
otros animales venenosos, claro no como en el norte del país pero si de este
tipo de tierras, de ahí
puede venir su trascendencia.
La ciudad de Apatzingán, tierra de lucha, donde el cura y
después general José María luchó contra el régimen ibérico y redactó su
constitución, es donde se crió Nazario Moreno González, pero, quién es este
señor, o quién fue.
Bien, aquí vamos: el tipo heredó esa sangre guerrera,
religiosa e insurrecta que hizo presente desde su juventud. Con aires de
grandeza y heroísmo se infiltró en organizaciones delictivas, empezó con los
narcos, y de hecho no salió de eso el muchacho. Su maestro, Carlos Alberto
Rosales, le enseñó a manejar el arma, disparar, huir como cobarde cuando la
situación lo ameritara y cruzar la frontera sin más ni más.
Pero la preparación del joven continuó y su
moral cambió sus planes, creó así, una organización ´justiciera´, “Sí, por qué
no, el pinche gobierno mentecato, los pinches gringos encima de nosotros,
además de la delincuencia que está cabrona en el país, alguien debe detenerlos”
(posiblemente eso dijo, porque nadie lo grabó).
El chayo, como comenzaron a llamarle, formó un equipo
metódicamente bien estructurado, es decir, una agrupación clandestina de
fármacos ilegales.
Nazario adoctrinó (porque también hizo su constitución,
biblia más que nada) a muchos jóvenes y a señores también (probablemente hayan
sido sus compadres), debía de educarlos, hacerlos vivir y luchar por algo, por
su causa, o como dicen en el fut, hacer que sintieran amor a la camiseta. Y lo
hizo, al tipo lo tenían en un pedestal, los discípulos lo obedecían ciegamente
bajo la regla de la justicia divina.
Pero su justicia no era como las de los superhéroes, sí con
ideales de protección porque se jactaban de autodefinirse como aquellos que no
mataban, ni robaban, ni secuestraban, que sólo lo hacían con quienes lo
merecían.
A qué carambas, cómo definían a quien lo merecía, quién los
hacía jueces. En fin, la familia que él formó era
tan solidaria con papi Nazario que por eso el nombre del grupo fue “La Familia
Michoacana”.
Religiosa, fraternal y disciplinadamente creían en el loco
(El otro apodo de Naza), y operaron clandestinamente a favor de su justicia.
Pero, obviamente la Familia y su líder se tenían que ir
ganando enemigos, otros narcos, la población y el Estado.
El loco y su familia eran blanco de muchos, y el gobierno planeaba disque eliminar a todos los narcos. Un día, el presidente
Pipo mandó al ejército a la ciudad cuna de Nazario, pues su carnala le había
dado el pitazo de la localización del narcotraficante.
Lo que sucedió la tarde del 8 de Diciembre de 2010 fue la
batalla más sangrienta y relevante entre el ejército nacional y un comando del
narcotráfico, en aquel sexenio.
Prapapapapapapapapapapapapapapapapapapapapaapapappapapapa
(Qué efecto de sonido tan más real ¿no?, che onomatopeya tan más oportuna, qué
teatro en casa ni que nada), Así sonaban los metrallazos y balazos por doquier.
El enfrentamiento fue tan abismal que, como era de esperarse, tuvo bajas por
ambos bandos y, lamentablemente, de civiles también (los que nada tienen que
ver, siempre pagan, así es México).
Sin embargo, la baja más importante la tuvo La Familia
Michoacana, su gran líder, fundador, papá y maestro había perecido en la batalla.
El camino de sicario, impredecible en cuanto a tiempo de
vida, había concluido para Nazario, era el final.
La noticia viajó por el país ipso facto, y aunque pareciera el fin de La Familia, que
se disolvió mes y medio después del suceso, su legado continuó. Convirtieron en
deidad a su líder y formaron una hermandad templaria para mantener su lucha
contra el Estado y los otros narcotraficantes.
Pero luego resultó que no se había muerto, ya que el nuevo regidor nacional y su ejército, lo descubrieron y ahora sí lo mataron el 9 de marzo de 2014.
O sea, nada cambió, pues Quique, el nuevo presidente,
terminó la tarea de Pipo; según, porque, tras haber acabado con Naza (por segunda vez), y con el último líder
de esas sectas de los fármacos ilegales, un nuevo brote de violencia surgió en
Jalisco.
En fin, esa fue, la historia de hoy.
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