Por: Aldo Clark
@aldocorp
La letra de una canción de Pablo Milanés dice que “el tiempo pasa y nos hacemos viejos”. Eso es algo muy veraz, y por supuesto, es algo de lo que tenemos certeza, pues, una de las pocas cosas de las que tenemos certidumbre total, es del ciclo de la vida. Pero aunque estamos seguros de que los seres vivos tenemos un periodo en el que nos deterioramos, sabemos que existen diferentes formas de perpetuar algunos lapsos del tiempo en que permanecemos en el universo.
Las maneras para hacer prevalecer
nuestra existencia son los registros que hacemos de lo que realizamos, por
ejemplo la escritura, la pintura, la escultura, la fotografía, la arquitectura
y, por último, la expresión artística que me parece, es la más completa de
todas: el cine.
El cine nos permite percibir que el
tiempo pase, sin que pase. Suena raro pero creo que todo el mundo coincide y
entiende esto. Mientras afuera el tiempo avanza sin detenerse, en el espacio
cinematográfico se detiene cuantas veces queramos, o es representado en una
escala diferente a la que presenciamos nosotros, pero es proporcional a
periodos que tenemos establecidos socialmente; sin embargo, lo más destacado
del tiempo en los filmes, es la capacidad para capturar una parte de la vida,
de la cultura o de una sociedad determinada y perteneciente a un lapso de la
historia específico.
Esta característica del cine para
aprehender el tiempo e incluso resumirlo, lo convierte en el invento de
registro histórico, cultural, social y de comunicación, más importante y
completo que se haya inventado. Sobre todo para reproducir y almacenar una
impresionante cantidad de sentimientos, estereotipos, actitudes, modos de
convivencia, de organización y de producción.
Vamos a ejemplificar todo esto,
usemos los mismos productos cinematográficos. Las películas Reconstrucción (Dir. Christoffer Boe,
2003), Una vida iluminada (Dir. Liev
Schreiber, 2002) y Los amantes del
círculo polar (Dir. Julio Medem, 1998) son idóneas para llevar a cabo un
análisis hermenéutico, dedicado a la narratividad y obviamente, al tiempo.
Los tres filmes tienen elementos en
común muy interesantes, esas características similares son: el manejo de los
contextos social-culturales respectivos; la representación de los periodos a
manera de capítulos, en la que cada episodio permite comprender los anteriores
y asociarlos; la emulación del ciclo de la vida que cumplen sus personajes y la
pasión con que viven éstos también; los desplazamientos geográficos que son
presentados en pantalla, entre otras circunstancias.
En Los amantes del círculo polar,
la capitulación está muy marcada y personalizada, el tiempo está
representado desde la perspectiva de los personajes principales Otto y Ana, y
la visión de ambos.
La vida de Otto se centra en torno a la relación con su madre, a la manera en que conoce a Ana, cómo se enamora de ella y el modo en que pierde a ambas; Ana cuenta la pérdida de su padre, la negación por perderlo, su búsqueda por reencontrarlo, su sorpresiva necesidad de estar con Otto y el enamoramiento que se gesta hacia él; la perspectiva de ambos es la de buscarse para encontrarse de nuevo y consumar su amor. Los episodios se complementan entre sí para enlazar los pensamientos de los protagonistas.
En cuanto a la exposición de los
aspectos social-culturales, lo interesante es la colocación de elementos como
el mestizaje a través de la migración, ésta última como una característica
común en los españoles, como un fenómeno de necesidad económica.
El cumplimiento del ciclo de la vida
también es evidente en los amantes del
círculo polar, pues en todos los personajes se ve ese transcurso biológico:
el crecimiento de Otto y Ana desde la niñez hasta la adolescencia y la adultez
temprana, el de sus padres de la madurez
a la senectud; pero también hay quienes concluyen el círculo de existencia,
como el padre de Ana y la madre de Otto, o el mismo deceso de uno de los
protagonistas.
Los desplazamientos son algo
recurrentes en el film, pues los actores se encuentran en constante movimiento
durante toda la película, de la escuela a casa, de casa a la escuela, del hogar
de uno a la morada del otro, de un país a otro, y también a través de los
continentes.
En Reconstrucción, los capítulos se presentan guiados por las
localizaciones de los personajes, pero esa locación es la que permite entender
cuándo se da un cambio de tiempo, espacio y personaje. Aquí, la construcción y reconstrucción de la
trama no está realizada en orden (a propósito, por supuesto), por lo que es
obligado ver el film completo, además de que el rompecabezas expuesto se va
resolviendo de una manera impresionante y apasionada.
Los aspectos culturales que se incluyen en esta película tienen que ver con lo efímero que es el amor, o que es considerado el amor en esta época posmoderna, sentimiento que se relaciona con las condiciones de vida de la sociedad actual, que se encuentra alienada, encapsulada en la necesidad de trabajar para vivir o trabajar para consumir.
Ahora, el curso biológico que
efectúan los protagonistas de Reconstrucción es más reducido, el tiempo que les compete es
de un momento específico en sus vidas, en el que se encontraron; sin embargo,
aunque su desarrollo físico-emocional en cuanto a su edad no cambia mucho, el
transcurso que se da en su relación sí cumple un ciclo, desde su nacimiento
hasta su derrumbe.
Por otro lado, los desplazamientos
geográficos de esta película son igual de fugaces que los lapsos de tiempo ahí
manejados, pero son más fluidos, hay viajes continuos que son los que enlazan
un capítulo con otro, haciendo creer significativamente, que un episodio es un
viaje y se transita hacia el siguiente.
Una
vida iluminada luce una capitulación marcada también, pero más ordenada
cronológicamente, y mejor detallada gracias a esa forma de establecer el
tiempo, ya que cada episodio enriquece al anterior y a la trama en general, lo
que facilita su entendimiento. Aquí cada apartado cuenta con un título, un tema
en torno al cual gira, lo que permite que haya descansos y diferentes
circunstancias que admirar, sin que se pierda el hilo de la historia.
El contexto cultural también es más complejo con respecto a las otras dos películas, los elementos empleados son múltiples y muy interesantes, como la migración, la religión, la política, la economía, la tradición, el lenguaje, y un suceso histórico que las une y mantiene enlazadas a través del tiempo.
El transcurso de la vida reproducido
en Una vida iluminada se encuentra
manifestado de dos maneras, implícita y explícitamente: La primera no muestra a
los individuos en su desarrollo, sin embargo los diálogos y objetos
coleccionados hacen ver entre líneas cómo los personajes efectivamente tuvieron
un proceso biológico natural; el segundo es mostrado de forma gráfica a través
de los recuerdos y los accesorios como las fotografías.
De igual forma, existe una tercera
representación del periodo orgánico de los personajes, que es el circuito que
completan dos de los intérpretes del film, uno de forma natural y el otro a
través de la inducción de su partida.
En cuanto al movimiento físico o
geográfico de los protagonistas, éste se da de manera no solamente continua,
sino que prácticamente es un tema de la historia, porque la película es un
viaje, todo se explica a través del recorrido del personaje principal y sus
acompañantes, en el que se aclaran los otros elementos de tiempo, cultura,
imagen, etc.
Como pueden ver hay una relación de
similitudes en las tres producciones de cine, las diferencias radican en las
temáticas y los elementos que las acompañan, además de los países en los que se
lleva a cabo el argumento.
Si vemos bien, podemos darnos cuenta
de que el tiempo está presente en todos los elementos abordados en esos filmes,
pero además se resuelve el planteamiento que abordé al principio, la captura y
representación de las épocas, periodos, estaciones y lapsos de tiempo del
universo, del planeta y de los individuos (tanto del espacio cinematográfico,
como del real).
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