Por: Aldo Clark
@aldocorp
El humor es algo que acompaña
al ser humano de forma inherente, y particularmente el buen humor, me atrevo a
decir que es una de las características que hacen del hombre lo que es.
No suena nada disparatado,
sabemos que desde las escrituras antiguas, la humanidad se ha valido de la
sátira, la comedia, la broma o lo que comúnmente conocemos como cotorreo para
explicar algo, hacerlo ameno, para insultar, escapar o simplemente por gusto o
por la personalidad de quien se cobija en el humor.
Lo conocemos de muchos tipos,
como la broma, aquella en la que pretendemos quedar bien con alguien, haciendo
quedar mal a otro; el chiste, es el cuento, adivinanza, verso o comentario que
decimos para hacer reír a una o varias personas; la ironía, con la que buscamos
ofender a algo o a alguien lo más discretamente posible, escondiendo la mofa
dentro de las palabras; contrario al sarcasmo que es más descarado y se encarga
de hacer saber al otro, que se están burlando de él; tenemos la sátira, aquella
crítica argumentativa que sirve para bromear sobre algo utilizando incluso, los
propios argumentos de ese objeto o sujeto para hacerlo quedar mal.
No importa la forma en que aparezca, según Óscar de la Borbolla,
no existe broma inocente, ¿será cierto?, inclusive el humor más blanco y
sencillo puede ser capaz de lastimar a alguien, a su imagen o a su integridad
moral.
Vamos a ver si es cierto.
Primero veamos en un chistómetro, por
llamarlo así, cada nivel de bromas, desde el más elevado, supongamos un albur,
por ejemplo, uno simple como préstame atención o agárrame esta idea, o algo más
vulgar, no mejor no, ahora queda claro que no es inocente; pasemos mejor a un
término medio, un chiste:
El gerente entrevista a la
secretaria recién contratada
– Dígame señorita, ¿cuáles
son tus pretensiones de sueldo?
-
100, 000 pesos
-
Con placer,
señorita
-
¿Qué dice?, con
placer serán 150, 000.
Los que entienden el enfoque
de este chascarrillo obviamente se dan cuenta que no es nada inocente tampoco,
pero ahora pasemos al término más blanco, más sencillo de las bromas, tiene que
haber algo que no tenga una ofensa o algo.
Veamos algo como, “yo tenía
un perro que se llamaba pegamento, se calló y se pegó”. Interesante, qué tiene
de gracioso que un pobre perro se ponga en su madre, pero en su momento eso le
causó gracia a muchos. O qué tal aquel que dice “Oye, tápate con la cobija de
cuadritos, y cuadritos se quedó sin cobija”, por qué a la gente le parecería
gracioso que una persona no tenga con qué taparse, aunque ahí la ofensa podría
estar en lo absurdo del chiste.
Pero, tiene que haber algo
que sea la excepción, qué tal el comentario que dice “si la alberca es Honda, ¿el océano es Chevrolet?”. La única ofensa que se me
ocurre es que a las compañías de automóviles no les pareciera esta analogía,
pero eso ya sería una ma…, bueno, ya sería exagerado.
En fin, en este sentido vemos
que sí hay excepciones, que podrían confirmar la regla del señor de la
Borbolla.
Y después de ese rollo, cuál
es el propósito del humor, generalmente es causar risas, las risas son, en
palabras nuevamente de Óscar, las que nos liberan del yugo de una autoridad.
Son las que nos permiten tranquilizar el alma y desestrezarnos de lo negativo
que encontremos en la vida, y es que reír hace que se mantenga un ambiente
cálido, alegre, saludable, armonioso, ideal para inspirar.
Y ya que llegamos a la
inspiración, veamos esa relación entre el humor y la inspiración, y las razones
por las que surge ésta.
Como ya mencioné, el humor es
una de ellas, con buen humor uno puede escribir maravillas, con mal humor,
también, sin embargo el enfoque lo cambia todo, hace que algo cale hasta los
huesos o duela hasta el arrepentimiento.
Otra cosa que inspira es la
que se conoce como la fuerza más poderosa del mundo, mejor dicho, del universo:
el amor, que de igual forma puede hacer que uno vuele, cante y cree, como puede
causar catástrofes anímicas que también sean capaces de crear y sobre todo,
desahogar.
La siguiente razón es la
filosofía. Cuando uno filosofa y se pone a pensar, como desde tiempos remotos
se ha hecho, en el por qué de las cosas, en el por qué de todo lo que tenemos
alrededor, ya sea pensar en eso mientras se está sobrio o no, también inspira,
y más cuando es algo que nos intriga.
La intriga regularmente
conlleva a la locura, nos pone locos cuando estamos preocupados o a la expectativa de algo, pero, qué es la
locura, es aquella pizca de anormalidad con la que todos contamos, la que nos
hace diferentes uno del otro, la que nos lleva a distintos puntos del libre
albedrío. Es la que da originalidad y esencia personal a lo que hacemos, a los
que somos.
Y esa locura es la que
comúnmente define el ánimo de las personas, e incluso clasifica las
personalidades, desde el demente, el loco normal, el revolucionario, el
desadaptado, el que siempre está enojado, el que siempre está triste, el que
siempre está callado, el que siempre está hablando, el que habla solo o el que
está alegre (sí, también a los que siempre estamos contentos nos ven como
locos, uno qué culpa tiene de ver la vida con buenos ojos, no como otros que
tienen la cara como si les oliera a pedo la vida).
Y eso es lo que me hace
regresarme al humor, al carismático, agradable y emotivo sentido cómico, al que
nos da gracia, y precisamente con esto cierro: la gracia, el efecto y también
la causa del buen humor, de la broma y demás, es etimológicamente, algo
gratuito, sí, es gratis reírse, estar de buen humor y por lo tanto, inspirarse,
amar, filosofar, alocarse. Y si todo esto es gratuito, ¡¿por qué diantres la
gente se aflige tanto!?... Irónico, quizá.