Por: Aldo Clark
@aldocorp
Este 25 de noviembre el mundo se conmocionó con la partida de una leyenda del futbol, el argentino Diego Armando Maradona, considerado por muchos como el mejor jugador de la historia, pues hizo méritos para ganarse ese título y también su mote: D10S.
De entre sus pocos apodos, el de D10S le quedó como anillo al dedo, pues como deidad del balompié, demostró que el futbol estaba hecho a su imagen y semejanza, tanto en forma positiva como negativa; en lo primero, con la magia, espontaneidad, el espectáculo y al siempre marcar tendencia; en lo segundo, al ser corruptible, iracundo y adicto (a sustancias, fiestas y otros males propios, no solo del futbolista y su afición, sino de la humanidad).
Mucho de lo positivo lo hizo dentro de la cancha, pero hasta fuera de ella deslumbró, al pelear por los derechos de los futbolistas y participar en campañas con causa; mientras que la mayor parte de lo negativo lo hizo fuera del terreno de juego, con sus arrebatos que se hicieron cada vez más públicos, al grado de quedar expuesto ante todo el mundo.
En carne y hueso, Maradona dio muestras de auténticos milagros de la cancha; después de la muerte, su nombre seguirá sonando por generaciones, con huellas impresas y digitales de sus hazañas. Además es omnipresente, hablan y hablarán de él en Nápoles, Barcelona, Buenos Aires, la Ciudad de México y más lugares.
Al respecto, no solo las estadísticas demuestran su estatus de leyenda, pues contó con varias generaciones de testigos oculares de su potencial.
Muchos lo vieron jugar en su apogeo y otros lo miraron aunque sea en partidos de
beneficencia, donde, pese a su escasa movilidad, era capaz de hacer jugadas increíbles.
Maradona experimentó todas las emociones del ser humano; al igual que Siddharta, probó los placeres más mundanos, pero también la satisfacción personal y la consagración espiritual, la cual alcanzó en un país donde el juego de la pelota es venerado desde la antigüedad. Diego alzó la Copa del Mundo a escasos kilómetros de Teotihuacán, donde los hombres se hacen dioses.
Foto: FIFA