domingo, 2 de marzo de 2014

El ciudadano como agente activo

Por:  Aaron Guerra@reuguerlewis

Al ciudadano lo aquejan muchas y diversas cuestiones de la vida, pero habrá que resaltar las del entorno cotidiano: el transporte, el trabajo,  la seguridad,  servicios de salud, etc.; sin embargo, el ciudadano como sujeto activo en la vida pública requiere más que información sesgada por medios de comunicación, requiere incentivos, y éstos se vuelven inconformidades con el quehacer gubernamental, y si éstas no reciben respuestas eficaces, se volverán  un pesar más grande para el ciudadano y se verá en la necesidad de recurrir a otros medios como: las manifestaciones, las cuales a lo largo de la historia han sido el medio más regular y puntual para ciudadanos  deseosos por resolver problemas locales y hasta rendición de cuentas.

En términos de Victoria Camps: “El ciudadano necesita información para poder participar y cooperar. Necesita además, voluntad de hacerlo, pero también esa voluntad puede estar mediada o manipulada por la información mediática.” (Camps, 2003:3)

En muchas ocasiones, la información sobre los informes de gobierno son contrastados y hasta rebasados por las quejas del ciudadano. Sin embargo, el ciudadano es poco activo para hacer saber su inconformidad, y son solo algunos, los que llegan a hacerse presentes  por medio de organizaciones civiles, políticas etc.,  las cuales sirven como mecanismo  para dar voz a una minoría de ciudadanos inconformes, la pregunta sería ¿Qué hay con los demás ciudadanos, no les afectan los problemas locales de su entorno?

El problema de  la ciudadanía es la desatención general  de lo público y su falta de interés por las cuestiones políticas. Un claro ejemplo de esto es lo que observó Bryce (1888), “Las cuestiones públicas ocupan el tercer o cuarto lugar entre los intereses de la vida” las personas invierten poco tiempo y poca energía en aprender los necesarios “hechos visibles” del mundo político. Las personas, a la vez que cuentan con nula cultura política participativa y poca educación cívica, desconocen ciertas funciones o derechos que podrían exigir; lo que para estudiosos de ciencia  política es común, para un ciudadano simplemente le será tiempo perdido o poco entendible.

El conocimiento exacto de los asuntos públicos, en los que deben basarse las opiniones sólidas, es sencillamente inalcanzable para el ciudadano ordinario, es decir, que de cierta manera los asuntos públicos quedan fuera del alcance y de su vista, “Los ciudadanos forman sus ideas a partir de informaciones gravemente incompletas, manteniendo poco o ningún contacto con los hechos reales; filtran lo que ven y oyen a través de sus propios prejuicio y temores”  (Price, 1992: 113).

La desconfianza es una parte esencial al hablar de transparencia,  rendición de cuentas y demandas sociales,  ya que el ciudadano se ha acostumbrado a recibir poca atención con respecto a sus demandas, además de que aún sigue siendo muy pasivo, esperando que el vecino de a lado demande por él. “La confianza es una virtud seguramente esencial para el buen funcionamiento de las democracias, pero ausente en todas ellas. Desconfiamos de los partidos políticos, de los programas electorales, de las instituciones, de la administración, y ahora, desconfiamos de los medios de comunicación y la información que son capaces de darnos sometidos como están a las tiranías descritas.” (Victoria Camps, 2003: 8)

La ciudadanía, en definitiva, como cualquier empresa moral, depende de la voluntad y del carácter de las personas, no de unos medios que, como tales, pueden ser puestos al servicio de fines nobles o no tan nobles.

Referencia bibliográfica
Price, Vincent,(1992)  La opinión pública, Edición Paidós, España, pp. 17-64.
Victoria Camps, (2003) Sociedad de la información y ciudadanía; Universidad Autónoma de Barcelona 

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