martes, 31 de marzo de 2015

APANDO BREAK

Por: Aldo Clark

@aldocorp


El tema del escape es muy recurrente cuando se habla de las prisiones, principalmente en las películas, series de televisión o libros, sin embargo, esto ocurre con mayor frecuencia en las de origen anglosajón, pues en las variantes latinoamericanas se presenta otro fenómeno interesante.

Es curioso que se hable de la fuga de una cárcel en estos medios, pero lo más curioso es cuando se hacen analogías o metáforas con la vida misma. Sí, cuando la gente se pone hablar, ya sean los escritores, poetas o cantantes, sobre aquellas  situaciones de la vida o estados de ánimo en los que el hombre se siente aprisionado y busca ese escape de la celda que oprime o impide su felicidad.

Pero lo que quiero abordar aquí es un caso diferente, no extraño porque se da en la forma de hablar o de concebir a las penitenciarías en México y en América Latina. Aquí prácticamente no se busca huir de ese castigo, es como si el humano quisiera sentir el terror de una prisión real, o tal vez, cree que su vida es tan ruin y decepcionante que ni siquiera la experiencia de la cárcel lo lastimaría más que la vida misma, pero eso lo abordaré más adelante.

Primero veamos una breve síntesis de “El Apando”, una obra del, para y desde el presidio que sirve de base para explicar el fenómeno mexicano del penal. El libro de José Revueltas es una referencia tajante, pues en él se relata una historia de la violencia y tragedia que se vive en una correccional, las jerarquías; la participación de los monos, esos guardias que en su mayoría terminan siendo igual o más delincuentes que los que están encerrados; las celdas de castigo como la que le da nombre al texto de Revueltas, y a este ensayo claro; la prostitución, la drogadicción, la clandestinidad y todos esos aspectos que le dan a las prisiones mexicanas, no solo el carácter de infierno sino la imponente presea, de ser consideradas, las más peligrosas del mundo.

A pesar de eso, de esa peligrosidad y tenebrosa cotidianidad de los cerezos, existe un rasgo del libro, algo que tiene, no solo el pensamiento de los reos, sino la población que está afuera también, y de lo que hablo es de la conformidad y la actitud de mártir.

Esa actitud de vale madres de El Carajo (personaje principal de El Apando), de conformidad ante el castigo, de aparente indiferencia ante el sufrimiento, y la violencia que vive es tan representativa del preso mexicano como del ciudadano común, hablo obviamente de una generalidad (no digo que todos sean así, es que luego hay gente que se ofende porque cree que eso los incluye a todos). Esa actitud de mártir que asume la gente en la que acepta y permite que la dañe la oscuridad, y que niega o reclama por ésta, pero bien que le gusta estar sufriendo, le gusta estar sintiéndose mal para que haya alguien que llegue a reconfortarlo o consolarlo, para usarlo de pretexto e ir por las chelas, de excusa para faltar a los deberes, de inspiración para desahogarse de alguna forma.

Eso explica por qué el gusto por las telenovelas en nuestro país; por qué dominan las canciones (no importa el género) de dolidos, melancólicos o románticos obsesivos; por qué el futbol nacional es tan mediocre y aun así lo ven, bueno, lo vemos, y hablando de, qué curioso que hablemos de penales y la selección fracase en esa instancia en múltiples ocasiones. También se explicaría por qué hay tantas relaciones en donde, no importa cuántas veces se lastimen, se peleen, se engañen, siempre quieren volver por más.

¿Querrá decir esto que, una prisión podría representar mejor la cultura nacional que cualquier evento o tradición?, probablemente, re abordando a aquellos que vuelven y vuelven por más, son ejemplificados en las cárceles por los arraigados a los que les gusta renovar contrato, sí de esos que les dicen, “estás libre en un mes”, pero ya están tan familiarizados o conformes, o de plano ya les gustó sufrir, que, ocho semanas después de que cumplen su sentencia, ya están de regreso, aunque ya el recibimiento es diferente, no es la novatada que le aplican a los nuevos.

En fin, lo importante aquí sería buscar la causa, por qué a los encarcelados les gusta regresar o quieren quedar atrapados, o no les importa, bueno, algunos bien lo pueden hacer por necesidad, afuera no tienen cómo sostenerse y adentro tienen techo seguro, pero esto es muy engañoso porque estoy seguro que no siempre ni para todos es así.

Ahora bien, por qué  los que están afuera sienten que viven en un penal, que difícilmente pueden vivir, ya sea por razones económicas o anímicas, o incluso políticas. “Es por el sistema” dicen, si es así, por qué no luchan por liberarse, por qué se quedan como el reo, con indiferencia a lo que les suceda, les vale al final.

Es probable, que la respuesta se halle en la genética, hay estudios que dicen que el ADN también tiene memoria, y que conocimientos o inclusive recuerdos pueden pasar de generación en generación. ¿Será entonces que el mexicano tiene esa mentalidad desde que cayó en el yugo español hace siglos?

¡¡Por lo rayos del Necaxa!! Fue la única frase de exclamación que se me ocurrió decir, el equivalente a ¡Santos aprisionados Batman!, que Robin hubiera dicho al hombre murciélago.

Volviendo a lo que estábamos, esa puede ser la razón, la primera que se me viene a la mente, del por qué de la mentalidad del mexicano, e incluso del latinoamericano.

Para terminar, aquí la exhortación sería a buscar ese escape, no el de los reos reales, sino el que deben hacer los que están afuera, para liberarse de la opresión que ellos mismos se colocan, porque sería un crimen no intentarlo, o culpar a esos griegos que decían que el cuerpo es la prisión del alma y usar eso de pretexto para decir, “hasta filosóficamente, literal, estoy atrapado”.

Busquemos mejor, como el personaje  principal de la serie Prison Break (que recomiendo ampliamente ver), la fuga, la huida con intelecto o al menos, con corazón, y luego golpeemos a lo que nos oprime.


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