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martes, 10 de marzo de 2015

El círculo del buen humor

Por: Aldo Clark

@aldocorp

El humor es algo que acompaña al ser humano de forma inherente, y particularmente el buen humor, me atrevo a decir que es una de las características que hacen del hombre lo que es.

No suena nada disparatado, sabemos que desde las escrituras antiguas, la humanidad se ha valido de la sátira, la comedia, la broma o lo que comúnmente conocemos como cotorreo para explicar algo, hacerlo ameno, para insultar, escapar o simplemente por gusto o por la personalidad de quien se cobija en el humor.

Lo conocemos de muchos tipos, como la broma, aquella en la que pretendemos quedar bien con alguien, haciendo quedar mal a otro; el chiste, es el cuento, adivinanza, verso o comentario que decimos para hacer reír a una o varias personas; la ironía, con la que buscamos ofender a algo o a alguien lo más discretamente posible, escondiendo la mofa dentro de las palabras; contrario al sarcasmo que es más descarado y se encarga de hacer saber al otro, que se están burlando de él; tenemos la sátira, aquella crítica argumentativa que sirve para bromear sobre algo utilizando incluso, los propios argumentos de ese objeto o sujeto para hacerlo quedar mal.

No importa la  forma en que aparezca, según Óscar de la Borbolla, no existe broma inocente, ¿será cierto?, inclusive el humor más blanco y sencillo puede ser capaz de lastimar a alguien, a su imagen o a su integridad moral.

Vamos a ver si es cierto. Primero veamos en un chistómetro, por llamarlo así, cada nivel de bromas, desde el más elevado, supongamos un albur, por ejemplo, uno simple como préstame atención o agárrame esta idea, o algo más vulgar, no mejor no, ahora queda claro que no es inocente; pasemos mejor a un término medio, un chiste:
El gerente entrevista a la secretaria recién contratada
– Dígame señorita, ¿cuáles son tus pretensiones de sueldo?
-          100, 000 pesos
-          Con placer, señorita
-          ¿Qué dice?, con placer serán 150, 000.
Los que entienden el enfoque de este chascarrillo obviamente se dan cuenta que no es nada inocente tampoco, pero ahora pasemos al término más blanco, más sencillo de las bromas, tiene que haber algo que no tenga una ofensa o algo.

Veamos algo como, “yo tenía un perro que se llamaba pegamento, se calló y se pegó”. Interesante, qué tiene de gracioso que un pobre perro se ponga en su madre, pero en su momento eso le causó gracia a muchos. O qué tal aquel que dice “Oye, tápate con la cobija de cuadritos, y cuadritos se quedó sin cobija”, por qué a la gente le parecería gracioso que una persona no tenga con qué taparse, aunque ahí la ofensa podría estar en lo absurdo del chiste.

Pero, tiene que haber algo que sea la excepción, qué tal el comentario que dice “si la alberca es Honda, ¿el océano es Chevrolet?”. La única ofensa que se me ocurre es que a las compañías de automóviles no les pareciera esta analogía, pero eso ya sería una ma…, bueno, ya sería exagerado.

En fin, en este sentido vemos que sí hay excepciones, que podrían confirmar la regla del señor de la Borbolla.

Y después de ese rollo, cuál es el propósito del humor, generalmente es causar risas, las risas son, en palabras nuevamente de Óscar, las que nos liberan del yugo de una autoridad. Son las que nos permiten tranquilizar el alma y desestrezarnos de lo negativo que encontremos en la vida, y es que reír hace que se mantenga un ambiente cálido, alegre, saludable, armonioso, ideal para inspirar.

Y ya que llegamos a la inspiración, veamos esa relación entre el humor y la inspiración, y las razones por las que surge ésta.

Como ya mencioné, el humor es una de ellas, con buen humor uno puede escribir maravillas, con mal humor, también, sin embargo el enfoque lo cambia todo, hace que algo cale hasta los huesos o duela hasta el arrepentimiento.

Otra cosa que inspira es la que se conoce como la fuerza más poderosa del mundo, mejor dicho, del universo: el amor, que de igual forma puede hacer que uno vuele, cante y cree, como puede causar catástrofes anímicas que también sean capaces de crear y sobre todo, desahogar.

La siguiente razón es la filosofía. Cuando uno filosofa y se pone a pensar, como desde tiempos remotos se ha hecho, en el por qué de las cosas, en el por qué de todo lo que tenemos alrededor, ya sea pensar en eso mientras se está sobrio o no, también inspira, y más cuando es algo que nos intriga.

La intriga regularmente conlleva a la locura, nos pone locos cuando estamos preocupados o a  la expectativa de algo, pero, qué es la locura, es aquella pizca de anormalidad con la que todos contamos, la que nos hace diferentes uno del otro, la que nos lleva a distintos puntos del libre albedrío. Es la que da originalidad y esencia personal a lo que hacemos, a los que somos.

Y esa locura es la que comúnmente define el ánimo de las personas, e incluso clasifica las personalidades, desde el demente, el loco normal, el revolucionario, el desadaptado, el que siempre está enojado, el que siempre está triste, el que siempre está callado, el que siempre está hablando, el que habla solo o el que está alegre (sí, también a los que siempre estamos contentos nos ven como locos, uno qué culpa tiene de ver la vida con buenos ojos, no como otros que tienen la cara como si les oliera a pedo la vida).

Y eso es lo que me hace regresarme al humor, al carismático, agradable y emotivo sentido cómico, al que nos da gracia, y precisamente con esto cierro: la gracia, el efecto y también la causa del buen humor, de la broma y demás, es etimológicamente, algo gratuito, sí, es gratis reírse, estar de buen humor y por lo tanto, inspirarse, amar, filosofar, alocarse. Y si todo esto es gratuito, ¡¿por qué diantres la gente se aflige tanto!?... Irónico, quizá.



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