Por: Roberto Carlos Guel Gómez
En
este pequeño ensayo me propongo analizar la importancia de las reflexiones
hechas por Carlos Lenkersdorf en Aprender a escuchar. La elección de
este tema surge a partir de la necesidad de comprender cómo se podría
establecer un diálogo real que nos permita entendernos como una sociedad
pluricultural. A su vez, el contexto actual de nuestra sociedad en donde grupos
indígenas exigen ser escuchados por la sociedad mexicana, nos alienta a que
pensemos en qué sentido y qué importancia tiene que los diferentes grupos
indígenas sean escuchados. De ahí consideré la pertinencia de este trabajo.
Comencemos
por hacer una distinción analítica para entender claramente a qué nos referimos
cuando hablamos de la escucha. Existe una gran diferencia entre lo que podemos
denominar "oír" y escuchar, podemos decir que oímos un sin
número de cosas, sin embargo, escuchamos muy pocas. Por ejemplo, a lo largo del
día percibimos un sin número de ruidos que están a nuestro alrededor y que
aunque entran a nuestros oídos no retienen nuestra atención, ha eso es lo que
llamamos oír. Escuchar en cambio es una actividad que necesita de la
atención de las personas, atención que se enfoca en entender aquello que se nos
dice.
Como
primera impresión puede parecernos que esta distinción es demasiado sencilla,
cualquiera sabe que no es lo mismo oír que escuchar, sin embargo, el problema
que encontramos es que aunque creemos saber qué es escuchar, la situación
actual de la sociedad nos demuestra que no nos escuchamos. Para mostrar
este problema podemos ver la situación que viven algunos grupos indígenas: en
las últimas décadas se han desatado un sin número de peticiones por parte de
grupos indígenas que exigen ser reconocidos y respetados por la sociedad
mexicana. Sin embargo, poco o nada de
estas exigencias ha sido tomada en cuenta ¿Por qué? Por la falta de atención
que tenemos hacia lo que se nos dice.
Por
ahora tenemos dos cuestiones importantes que nos invitan a pensar por qué es
importante analizar la escucha, la
primera es que existe una diferencia entre oír y escuchar y, la segunda es que
aunque sabemos esto entre nosotros no nos escuchamos. ¿A qué se debe esto? Si
buscamos analizar este problema desde la lengua podemos ver que, como señala
Lenkersdorf, las lenguas se componen de palabras que se hablan y escuchan,
esas son las dos realidades de las lenguas: el hablar y el escuchar en
conjunto conforman la unidad de las lenguas. Sin embargo, encontramos que la
escucha no es una prioridad dentro de las lenguas occidentales y que más bien
se enfatiza la capacidad de hablar. Esto sucede porque se cree que el habla es
un proceso activo y; la escucha un proceso pasivo. Y en una sociedad como la
nuestra en donde se busca enfáticamente ser un “sujeto activo” la escucha se cree, es algo que tiene una
importancia de segundo rango, por ello, se cree que es un proceso pasivo en donde sólo se recibe del otro.
Sin
embargo, como mencionábamos anteriormente, la escucha es un proceso que necesita de la atención de las personas
para comprender lo que se les dice. Esto contradice lo concepción occidental,
en la cual se cree que la escucha es un proceso pasivo. Cómo llegamos a esta
conclusión, la cuestión es simple pero importante: si analizamos la manera en
cómo percibimos los sonidos que están a nuestro alrededor, podemos ver
claramente que sólo en la medida en que nuestra atención se esfuerza por
comprender esos sonidos, es que podemos escuchar lo que se nos dice.
La
importancia de este asunto radica en que si únicamente enfatizamos el habla,
entonces, sólo estamos poniendo atención a uno de los dos componentes del
lenguaje. Y como señala Lenkersdorf "Si no se habla, no se escucha
ninguna palabra, y si no se escucha se habla al aire"[1]como podemos ver el problema es claro, si
solo enfatizamos el habla entonces no podremos escuchar al otro.
El problema es grave, si no podemos escucharnos
¿Cómo podemos comunicarnos? Por ello es que estamos mostrando que la escucha
es de suma importancia, creemos que hoy en día nuestra sociedad necesita
que los individuos se escuchen entre sí. ¿De qué otra forma podemos resolver
los problemas que tenemos sino comunicándonos? Bueno parece evidente que
necesitamos escucharnos, la pregunta ahora es ¿Cómo lo hacemos? Y sobre todo
¿Cómo nos escuchamos en una situación en donde existen numerosos grupos étnicos
diferentes? Desde la perspectiva de Lenkersdorf si realmente buscamos escuchar
al otro, tenemos que considerar el lugar desde donde nos están hablando.
En otras palabras, para tener que entender una
lengua tenemos que hacerlo desde la perspectiva del hablante, sólo en la medida
en que consideremos el contexto desde el cual nos hablan podremos entender
aquello que se nos dice. ¿Por qué es importante el contexto del hablante? Porque
el sentido en que se nos dicen las cosas está conformado desde el contexto
histórico-cultural.
En ese sentido, Lenkersdorf nos estaría señalando
que la escucha necesita tener en consideración el sentido en el que el
“otro” nos habla y esto sólo es posible si vemos el contexto del hablante. Con
este tipo de postura, encontramos una opción muy favorable para los problemas
sociales que se dan en sociedades compuestas de numerosos grupos étnicos, ya
que nos permite escuchar al otro con su propia voz. Cuestión que ha
hecho falta en el México actual en donde la sociedad “dominante” no ha querido escuchar
a los indígenas y en donde más que escucharlos se ha tergiversado el sentido de
las exigencias de los grupos indígenas.
Además, otro de los puntos favorables por los
cuales apelamos a la escucha, es que si los diferentes grupos étnicos se
comunican entre sí, se establece una retroalimentación entre los participantes
del diálogo. Con lo cual podríamos enriquecernos mediante el intercambio de
conocimientos, pero para ello, es necesario alcanzar a escuchar el otro
con su propia voz.
Como hemos visto, la falta de atención y la
incapacidad de escuchar la voz del otro han sido algunas de las causas
por las cuales no se ha establecido un verdadero diálogo entre las distintas
etnias de este país. Pero ¿qué otras cuestiones imposibilitan alcanzar un
verdadero diálogo?
Como bien señala Lenkersdorf toda lengua tiene se
propia cosmoaudición[2]esto
quiere decir que en el lenguaje de toda cultura tiene su configuración
particular y, en la cual, podemos ver características específicas de los
valores de dicha cultura. Por ejemplo, si analizamos la lengua tojolabal
podemos percatarnos que la palabra tojolabal 'ab'al se refiere a la
lengua o palabra escuchada y, la palabra k'umal corresponde a la lengua
o palabra hablada, en ese sentido, en la lengua tojolabal - y la cultura
tojolabal en general -se enfoca en poner atención a estos dos aspectos. A esto
es la que se refiere Lenkersdorf al referirse a la cosmoaudición.
¿Qué sucede en nuestra lengua? Encontramos que existe la palabra “escuchar” sin
embargo, ésta no tiene la misma importancia que el habla. ¿Por qué? Como ya
señalamos, en nuestra cultura damos más importancia al habla.
¿Qué sucede si llevamos este análisis de la cosmoaudición
a nuestra lengua? Nos podemos percatar de algunas de las causas por las cuales el
diálogo no ha sido posible. Por ejemplo, si analizamos el sentido en que nos referimos
al otro cuando hablamos, podemos ver que continuamente nos referimos a un “yo”
que le habla al otro. Cuando decimos cosas como “Te estoy hablando”, “Te voy a
decir”, “Hablaré contigo” etc., siempre se hace énfasis en un “yo” que le habla
al otro. Y en ese sentido, la cosmoaudición de nuestra propia
lengua nos muestra que socialmente le damos prioridad a un “yo” por encima del
“otro”. ¿Será esta una de las causas por las cuales no hemos podido escuchar
a los indígenas? Desde la perspectiva de Lenkersdorf sí. ¿Ante esta situación
qué podemos hacer? Pues cambiar la lógica mediante la cual nos hemos
relacionado con los indígenas, eso supone dejar de verlos como un “otro” al
cual le voy a enseñar cómo son las cosas. En ese sentido, como bien señala
Lenkersdorf la verdadera escucha exige que los participantes en el
diálogo se reconozcan mutuamente como iguales.
¿Qué otras consecuencias podemos sacar de este reconocimiento
mutuo? Podemos ver porque hasta ahora los supuestos diálogos del gobierno
con las comunidades no han sido reales sino una práctica demagógica. Las
ocasiones en las cuales el gobierno ha entablado diálogo con las etnias lo han
hecho desde una postura paternalista, en donde lo que buscan fundamentalmente
es “enseñarles” cómo es que serán integrados en el proyecto nacional. Únicamente
en 1996 cuando se firmaron los “Acuerdos de San Andrés” se estableció, hasta
cierto punto, un diálogo en donde se dio el reconocimiento mutuo. Sin embargo,
como bien sabemos esos acuerdos sólo fueron firmados pero nunca llevados a la
práctica, después fueron reajustados a lo que el gobierno entendía como
necesario, olvidando nuevamente la voz de los indígenas. Si realmente buscamos
un diálogo entre los diferentes grupos tenemos que reconocer el valor que
tienen los “otros” y; a su vez ese “otro” tiene que reconocer el valor que
tengo como miembro de un mismo contexto histórico-social. En ese sentido, con
el mutuo reconocimiento tenemos que la escucha nos exige una postura
incluyente, nos enfatiza mirar, reconocer, respetar, valorar y escuchar
lo que el “otro” es.
Como decíamos, escuchar es una necesidad
para resolver los problemas, ¿qué nos dice la negativa del gobierno a escuchar
los pueblos? Como bien señala Lenkersdorf puede que exista una negación a
querer escuchar, el gobierno al reajustar los “Acuerdos de San Andrés”
lo único que hizo fue mostrar su negativa a escuchar al otro, así como
su etnocentrismo, que cree tener la razón sobre lo que los “otros” necesitan.
Pero como señala Lenkersdorf:
“Si escuchamos, ya no afirmamos y tampoco podemos
afirmar que ya sabemos lo que les hace falta a los otros. Tampoco podemos
sostener que ya no tienen que hablarnos porque ya lo sabemos lo que nos toca escuchar
de ellos. La actitud que pretende que ya sabemos lo que nos dirían es una
manera de no querer escuchar. No importa de quién se trata, la pretensión de ya
saber lo que quieren decirnos significa el endurecimiento de nuestro corazón que
no quiere escuchar, no quiere acercarse al otro y fijarse en sus palabras. El
no querer escuchar equivale al rechazo del nosotros.” [3]
¿Por qué no escuchar al “otro”? ¿Qué
implicaciones tendría esto? Como decíamos la escucha requiere del
reconocimiento mutuo, si el gobierno llevara a cabo este reconocimiento tendría
que abandonar ciertas prácticas sociales, pero, sobre todo tendría que
abandonar su postura de “superior” frente al indígena.
Lo que estaría enfatizando Lenkersdorf es que para
poder alcanzar un diálogo real es necesario que se establezca cierta nivelación
social entre los participantes, es decir, si queremos escuchar la voz
del otro tendríamos que dejar de catalogarlo como un «otro inferior a mí». En
ese sentido, la escucha tendría que ser una actitud incluyente y
dignificante, ya que se ve en el otro a alguien «diferente a mí, pero, que
tiene el mismo valor».
Por cuestiones de extensión este análisis sobre la escucha
no puede extenderse más. Sin embargo, los puntos que fueron analizados son de
suma importancia y, sobre todo, son reflexiones que nos remiten directamente a
pensar nuestro presente, cuestión que consideramos sumamente valiosa. Además,
con lo que hasta ahora encontramos tenemos el inicio de una postura mucho más
abierta hacia los «otros» que también tienen algo que decirnos. La situación en
que se encuentra nuestra sociedad muestra la necesidad de escucharnos
entre nosotros, por ello, creemos que este ensayo tiene cierto valor para comprender
mejor nuestro presente, pero sobre todo, para mejorar el tipo de relación que
mantenemos entre nosotros. Para finalizar, recapitulemos los puntos más
importantes que encontramos en torno a la escucha a lo largo de este
ensayo.
Al inicio del ensayo, distinguimos entre “oír” y escuchar
señalando que oír es simplemente percibir sonidos y, en cambio, para escuchar
necesitamos poner «atención» en lo que nos dice el «otro». A su vez,
encontramos que para escuchar realmente la voz del «otro» necesitamos
entender el contexto desde el cual nos hablan y, en ese sentido, nos percatamos
que la escucha es una actitud que entiende lo dicho desde el contexto en
el que se habla, con lo cual, el entorno del «otro» es incluido.
También encontramos que la lengua se compone de
palabras que se pronuncian y que tienen que ser escuchadas, con lo cual
mostrábamos la necesidad de la escucha para conservar la lengua en su
forma completa. Más adelante vimos con el término cosmoaudición, que
en el tojolabal sí considera la escucha como una parte importante y; en
cambio, en nuestras lenguas el escuchar es considerado como una actividad de
segundo rango.
Para mostrar
los problemas que surgen si nos enfocamos únicamente en el habla, mostramos los
problemas que se han dado por la incapacidad de escuchar la voz de los
indígenas, por ejemplo, el error de corregir los “Acuerdos de San Andrés” desde
la perspectiva de la clase dominante. Como intento de solución a este problema,
encontramos que para que se dé diálogo real en donde se escuche al otro,
es necesario el reconocimiento mutuo entre los dialogantes. Esto quiere
decir, que es necesario reconocer el valor que tiene lo que dice el «otro», con
lo cual, se dignifica al «otro» por el valor que tiene. Y finalmente,
encontramos que un diálogo real sólo es posible si escuchamos al «otro»
si lo veo como un igual a mí, es decir, si abandonamos una postura que
considere al «otro» como un «inferior a mí».
Finalmente podemos decir, que la escucha es
importante porque pone la «atención» en lo que nos dice el «otro»; porque
considera el contexto socio-cultural del «otro»; porque reconoce el valor de
las «otras» personas; porque dignifica a las personas mediante el reconocimiento
mutuo y; finalmente, porque elimina las posturas excluyentes que ven al
«otro» como un «inferior a mí». Por todo ello, es que creemos y enfatizamos que
es necesario escucharnos entre nosotros.
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